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El Ministerio de Curacion
enriquece con los míseros recursos de aquellos a quienes arrastra a
la perdición.
Las casas de prostitución, los antros del vicio, los tribunales don-
de juzgan a los criminales, las cárceles, los asilos, los manicomios,
los hospitales, todos están repletos debido, en gran parte, al resul-
tado de la obra del tabernero. A semejanza de la mística Babilonia
del Apocalipsis, el tabernero trafica con esclavos y almas humanas.
Tras él está el poderoso destructor de almas, que emplea todas las
artes de la tierra y del infierno para subyugar a los seres humanos.
Arma sus trampas en la ciudad y en el campo, en los trenes, en los
transatlánticos, en los centros de negocio, en los lugares de diver-
sión, en los dispensarios, y aun en la iglesia, en la santa mesa de la
comunión. Nada deja sin hacer para despertar y avivar el deseo de
bebidas embriagantes. En casi cada esquina vese la taberna con sus
brillantes luces, su cordial y alegre acogida, que invitan al obrero, al
rico ocioso, y al incauto joven.
En salones particulares y en puntos concurridos por la sociedad
elegante, se sirve a las señoras bebidas de moda, con nombres agra-
dables, pero que son realmente intoxicantes. Para los enfermos y los
exhaustos, hay licores amargos, que reciben mucha publicidad y que
consisten mayormente en alcohol.
Para despertar la sed de bebidas en los chiquillos, se introduce
alcohol en los confites. Estos dulces se venden en las tiendas. Y
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mediante el regalo de estos bombones el tabernero halaga a los niños
y los atrae a su negocio.
Día tras día, mes tras mes, año tras año, la perniciosa obra sigue
adelante. Padres, maridos y hermanos, apoyo, esperanza y orgullo
de la nación, entran constantemente en los antros del tabernero, para
salir de ellos totalmente arruinados.
Pero lo más terrible es que el azote penetra hasta el corazón del
hogar. Las mujeres mismas contraen más y más el hábito de la bebi-
da. En muchas casas los niños, aún en su inocente y desamparada
infancia, se encuentran en peligro diario por el descuido, el mal trato
y la infamia de madres borrachas. Hijos e hijas se crían a la sombra
de tan terrible mal. ¿Qué perspectiva les queda para el porvenir salvo
hundirse aún más que sus padres?
De los países denominados cristianos el azote pasa a comarcas
paganas. A los pobres e ignorantes salvajes se les enseña a consumir