Página 244 - El Ministerio de Curacion (1959)

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El Ministerio de Curacion
que viven tan a menudo sin familia, luchando con la pobreza y el
desaliento!
“Cuando haces comida o cena—dice Cristo,—no llames a tus
amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos;
porque también ellos no te vuelvan a convidar, y te sea hecha com-
pensación. Mas cuando haces banquete, llama a los pobres, los
mancos, los cojos, los ciegos; y serás bienaventurado; porque no te
pueden retribuir; mas te será recompensado en la resurrección de los
justos.”
Lucas 14:12-14
.
Estos son huéspedes que no os costará mucho recibir. No necesi-
taréis ofrecerles trato costoso y de mucha preparación. Necesitaréis
más bien evitar la ostentación. El calor de la bienvenida, un asiento
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al amor de la lumbre, y uno también a vuestra mesa, el privilegio
de compartir la bendición del culto de familia, serían para muchos
como vislumbres del cielo.
Nuestras simpatías deben rebosar más allá de nosotros mismos
y del círculo de nuestra familia. Hay preciosas oportunidades para
los que quieran hacer de su hogar una bendición para otros. La
influencia social es una fuerza maravillosa. Si queremos, podemos
valernos de ella para ayudar a los que nos rodean.
Nuestros hogares deberían ser refugios para los jóvenes que
sufren tentación. Muchos hay que se encuentran en la encrucijada
de los caminos. Toda influencia e impresión determinan la elección
del rumbo de su destino en esta vida y en la venidera. El mal, con
sus lugares de reunión, brillantes y seductores, los invita. A todos
los que acuden se les da la bienvenida. En torno nuestro hay jóvenes
sin familia, y otros cuyos hogares no tienen poder para protegerlos
ni elevarlos, y se ven arrastrados al mal. Se encaminan hacia la ruina
en la sombra misma de nuestras puertas.
Oportunidades de la vida
Estos jóvenes necesitan que se les tienda la mano con simpatía.
Las palabras bondadosas dichas con sencillez, las pequeñas aten-
ciones para con ellos, barrerán las nubes de la tentación que se
amontonan sobre sus almas. La verdadera expresión de la simpatía
proveniente del cielo puede abrir la puerta del corazón que necesita
la fragancia de palabras cristianas, y del delicado toque del espíritu