Los fundadores del hogar
El que creó a Eva para que fuese compañera de Adán realizó su
primer milagro en una boda. En la sala donde los amigos y parientes
se regocijaban, Cristo principió su ministerio público. Con su pre-
sencia sancionó el matrimonio, reconociéndolo como institución que
él mismo había fundado. Había dispuesto que hombres y mujeres se
unieran en el santo lazo del matrimonio, para formar familias cuyos
miembros, coronados de honor, fueran reconocidos como miembros
de la familia celestial.
Cristo honró también las relaciones matrimoniales al hacerlas
símbolo de su unión con los redimidos. El es el Esposo, y la esposa
es la iglesia, de la cual, como escogida por él, dice: “Toda tú eres
hermosa, amiga mía, y en ti no hay mancha.”
Cantares 4:7
.
“Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para
santificarla limpiándola en el lavacro del agua por la palabra, para ...
que fuese santa y sin mancha. Así también los maridos deben amar
a sus mujeres.”
Efesios 5:25-28
.
El vínculo de la familia es el más estrecho, el más tierno y
sagrado de la tierra. Estaba destinado a ser una bendición para la
humanidad. Y lo es siempre que el pacto matrimonial sea sellado
con inteligencia, en el temor de Dios, y con la debida consideración
de sus responsabilidades.
Los que piensan en casarse deben pesar el carácter y la influencia
del hogar que van a fundar. Al llegar a ser padres se les confía un
depósito sagrado. De ellos depende en gran medida el bienestar
de sus hijos en este mundo, y la felicidad de ellos en el mundo
[276]
futuro. En alto grado determinan la naturaleza física y moral de sus
pequeñuelos. Y del carácter del hogar depende la condición de la
sociedad. El peso de la influencia de cada familia se hará sentir en
la tendencia ascendente o descendente de la sociedad.
La elección de esposo o de esposa debe ser tal que asegure del
mejor modo posible el bienestar físico, intelectual y espiritual de
242