Página 248 - El Ministerio de Curacion (1959)

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El Ministerio de Curacion
Sobre todo, haced de Cristo vuestro consejero. Estudiad su Palabra
con oración.
Contando con semejante dirección, accepte la joven como com-
pañero de la vida tan sólo a un hombre que posea rasgos de carácter
puros y viriles, que sea diligente y rebose de aspiraciones, que sea
honrado, ame a Dios y le tema. Busque el joven como compañera
que esté siempre a su lado a quien sea capaz de asumir su parte de
las responsabilidades de la vida, y cuya influencia le ennoblezca, le
comunique mayor refinamiento y le haga feliz en su amor.
“De Jehová viene la mujer prudente.” “El corazón de su marido
está en ella confiado. ... Darále ella bien y no mal, todos los días de
su vida.” “Abrió su boca con sabiduría: y la ley de clemencia está
en su lengua. Considera los caminos de su casa, y no come el pan
de balde. Levantáronse sus hijos, y llamáronla bienaventurada; y su
marido también la alabó” diciendo: “Muchas mujeres hicieron el
bien; mas tú las sobrepujaste a todas.” El que encuentra una esposa
tal “halló el bien, y alcanzó la benevolencia de Jehová.”
Proverbios
19:14 (VM)
;
31:11, 12, 26-29
;
18:22
.
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Por mucho cuidado y prudencia con que se haya contraído el
matrimonio, pocas son las parejas que hayan llegado a la perfecta
unidad al realizarse la ceremonia del casamiento. La unión verdadera
de ambos cónyuges es obra de los años subsiguientes.
Cuando la pareja recién casada afronta la vida con sus cargas de
perplejidades y cuidados, desaparece el aspecto romántico con que
la imaginación suele tan a menudo revestir el matrimonio. Marido
y mujer aprenden entonces a conocerse como no podían hacerlo
antes de unirse. Este es el período más crítico de su experiencia.
La felicidad y utilidad de toda su vida ulterior dependen de que
asuman en ese momento una actitud correcta. Muchas veces cada
uno descubre en el otro flaquezas y defectos que no sospechaban;
pero los corazones unidos por el amor notarán también cualidades
desconocidas hasta entonces. Procuren todos descubrir las virtudes
más bien que los defectos. Muchas veces, nuestra propia actitud y la
atmósfera que nos rodea determinan lo que se nos revelará en otra
persona. Son muchos los que consideran la manifestación del amor
como una debilidad, y permanecen en tal retraimiento que repelen a
los demás. Este espíritu paraliza las corrientes de simpatía. Al ser
reprimidos, los impulsos de sociabilidad y generosidad se marchitan