Página 262 - El Ministerio de Curacion (1959)

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El Ministerio de Curacion
zarse con el organismo del cuerpo humano. Necesitan entender las
funciones de los varios órganos y su mutua relación y dependencia.
Deben estudiar la relación de las facultades mentales con las físicas
y las condiciones requeridas para el funcionamiento sano de cada
una de ellas. Asumir las responsabilidades de la paternidad sin una
preparación tal es pecado.
Poca, muy poca consideración se da a las causas que determinan
la mortalidad, la enfermedad y la degeneración, que existen hoy aun
en los países más civilizados y favorecidos. La raza humana decae.
Más de un tercio de ella muere en la infancia
de los que alcanzan la
edad adulta, los más adolecen de alguna enfermedad, y pocos llegan
al límite de la vida humana.
El cuidado de los infantes
La mayor parte de los males que acarrean miseria y ruina a la raza
humana podrían evitarse, y el poder de luchar contra ellos descansa
en sumo grado en los padres. No es una “misteriosa providencia” la
que arrebata a los pequeñuelos. Dios no quiere su muerte. Los confía
a los padres para que los eduquen a fin de que sean útiles en este
mundo, y lleguen al cielo después. Si los padres y las madres hicieran
lo posible para dar a sus hijos buena herencia, y luego, mediante
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una buena educación, se esforzaran por remediar cualquiera mala
condición en que hubieran nacido, ¡qué cambio tan favorable se
vería en el mundo!
Cuanto más tranquila y sencilla la vida del niño, más favorable
será para su desarrolio físico e intelectual. La madre debería procurar
siempre conservarse tranquila, serena y dueña de sí misma. Muchos
pequeñuelos son en extremo susceptibles a la excitación nerviosa, y
los modales suaves y apacibles de la madre ejercerán una influencia
calmante de incalculable beneficio para el niño.
Los infantes requieren calor, pero se incurre muchas veces en el
grave error de tenerlos en cuartos caldeados y faltos de aire puro.
La costumbre de taparles la carita mientras duermen es perjudicial,
pues entorpece la libre respiración.
La declaración concerniente a la mortalidad infantil era correcta cuando fué escrita
en 1905. Sin embargo, la medicina y la puericultura modernas han reducido muchísimo la
mortalidad de los niños.—Los editores.