Página 263 - El Ministerio de Curacion (1959)

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El niño
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Debe evitarse a la criatura toda influencia que tienda a debilitar
o envenenar su organismo. Debe ejercerse el más escrupuloso cui-
dado para que cuanto la rodee sea agradable y limpio. Es necesario
proteger al pequeñuelo de los cambios repentinos y excesivos de
la temperatura; pero hay que cuidar de que cuando duerma o esté
despierto, de día o de noche, respire aire puro y vigorizante.
El vestido del niño
En la preparación del ajuar para el niño hay que buscar lo que
más conviene, la comodidad y la salud, antes que la moda o el deseo
de despertar la admiración. La madre no debe gastar tiempo en
bordados y en labores de fantasía para embellecer la ropa de su
pequeñuelo, ni imponerse así una carga de trabajo inútil, a costa
de su salud y de la del niño. No debe cansarse encorvándose sobre
labores de costura que comprometen su vista y sus nervios, cuando
necesita mucho descanso y ejercicio agradable. Debe comprender
la obligación de conservar sus fuerzas para hacer frente a lo que de
ella exigirá su cargo.
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Si el atavío del niño proporciona calor, abrigo y comodidad,
quedará eliminada una de las principales causas de irritación y desa-
sosiego. El pequeñuelo gozará mejor salud, y la madre no encontrará
el cuidado de su hijo demasiado pesado para sus fuerzas y para el
tiempo de que dispone.
Las ligaduras apretadas o la ropa por demás ajustada impiden la
acción del corazón y de los pulmones, y deben evitarse. Ninguna
parte del cuerpo debe sufrir presión alguna por causa de la ropa que
comprima algún órgano o limite su libertad de movimiento. La ropa
de todos los niños debe estar tan holgada, que les permita la más
libre y completa respiración; y debe adaptarse de tal modo al cuerpo
que los hombros lleven todo el peso de ella.
En algunos países prevalece aún la costumbre de dejar desnudos
los hombros y las extremidades de los pequeñuelos. Esta costumbre
no puede condenarse con demasiada severidad. Por estar las extre-
midades lejos del centro de la circulación, requieren mayor abrigo
que las demás partes del cuerpo. Las arterias que conducen la sangre
a las extremidades son gruesas y suministran suficiente cantidad de
sangre para llevarles calor y nutrición. Pero cuando esos miembros