Página 266 - El Ministerio de Curacion (1959)

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El Ministerio de Curacion
algo mejor. Hágase la mesa amena y atractiva, al surtirla con las
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cosas buenas que Dios ha dispensado con tanta generosidad. Sea la
hora de comer una hora de contento y alegría. Al gozar de los dones
de Dios, correspondámosle con agradecida alabanza.
En muchos casos las enfermedades de los niños pueden acha-
carse a equivocaciones en el modo de cuidarlos. Las irregularidades
en las comidas, la ropa insuficiente en las tardes frías, la falta de
ejercicio activo para conservar la buena circulación de la sangre, la
falta de aire abundante para purificarla, pueden ser causa del mal.
Estudien los padres las causas de la enfermedad, y remedien cuanto
antes toda condición defectuosa.
Todos los padres pueden aprender mucho con respecto al cuidado
y a las medidas preyentivas y aun al tratamiento de la enfermedad.
La madre en particular debe saber qué hacer en los casos comunes
de enfermedad en su familia. Debe saber atender a su enfermito. Su
amor y perspicacia deben capacitarla para prestar servicios que no
podrían encomendarse a una mano extraña.
El estudio de la fisiología
Los padres deberían tratar temprano de interesar a sus hijos en
el estudio de la fisiología y enseñarles sus principios elementales.
Enséñenles el mejor modo de conservar sus facultades físicas, inte-
lectuales y morales, y cómo usar sus dotes para que su vida beneficie
a otros y honre a Dios. Este conocimiento es de valor inapreciable
para los jóvenes. La enseñanza respecto a las cosas que conciernen a
la vida y la salud es para ellos más importante que el conocimiento
de muchas de las ciencias que se enseñan en las escuelas.
Los padres han de vivir más para sus hijos y menos para la
sociedad. Estudiad los asuntos relacionados con la salud, y practicad
vuestros conocimientos. Enseñad a vuestros hijos a razonar de la
causa al efecto. Enseñadles que si quieren salud y felicidad, tienen
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que obedecer las leyes de la naturaleza. Aunque no veáis en vuestros
hijos adelantos tan rápidos como desearíais, no os desalentéis; antes
bien proseguid vuestro trabajo con paciencia y perseverancia.
Enseñad a vuestros niños desde la cuna a practicar la abnega-
ción y el dominio propio. Enseñadles a gozar de las bellezas de la
naturaleza y a ejercitar sistemáticamente en ocupaciones útiles todas