El niño
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sus facultades corporales e intelectuales. Educadlos de modo que
lleguen a tener una constitución sana y buenos principios morales,
una disposición alegre y un genio apacible. Inculcad en sus tiernas
inteligencias la verdad de que Dios no nos ha creado para que vi-
viéramos meramente para los placeres presentes, sino para nuestro
bien final. Enseñadles que el ceder a la tentación es dar prueba de
debilidad y perversidad, mientras que el resistir a ella denota nobleza
y virilidad. Estas lecciones serán como semilla sembrada en suelo
fértil, y darán fruto que llenará de alegría vuestro corazón.
Sobre todo, rodeen los padres a sus hijos de una atmósfera de
alegría, cortesía y amor. En el hogar donde habita el amor y se
expresa en miradas, palabras y actos, los ángeles se complacen en
manifestar su presencia.
Padres, dejad entrar en vuestros corazones los rayos de sol del
amor, de la jovialidad y del feliz contentamiento, y permitid que su
dulce y preciosa influencia compenetre vuestro hogar. Manifestad
un espíritu bondadoso y tolerante; fomentadlo también en vuestros
hijos, cultivando todas las gracias que iluminarán vuestra vida fa-
miliar. La atmósfera así creada será para los hijos lo que son el aire
y el sol para la vegetación y promoverán la salud y el vigor de la
mente y del cuerpo.
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