Página 270 - El Ministerio de Curacion (1959)

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El Ministerio de Curacion
debería ser dirigido por el amor y temor de Dios y por la enseñanza
de la Palabra divina, para poder encaminar los pasos de sus hijos por
la buena senda.
El padre es el legislador de su familia, y, a semejanza de Abrahán,
debe hacer de la ley de Dios la regla de su hogar. Dios dijo de
Abrahán: “Yo lo he conocido, sé que mandará a sus hijos y a su
casa.”
Génesis 18:19
. En la casa del patriarca no habría descuido cul-
pable en cuanto a reprimir el mal; no se verían favoritismos débiles,
imprudentes e indulgentes, ni se sacrificarían las convicciones res-
pecto al deber en atención a afectos equivocados. No sólo Abrahán
daría buenas instrucciones, sino que conservaría la autoridad de las
leyes justas y rectas. Dios ha dado reglas para nuestro gobierno. No
se debe permitir que los niños se aparten de la senda segura trazada
en la Palabra de Dios, para ir por los caminos peligrosos que existen
por doquiera. Hay que refrenar sus malos deseos y reprimir sus ma-
las inclinaciones bondadosamente, pero con firmeza, perseverancia
y oración.
El padre debe hacer que rijan en su familia las virtudes más aus-
teras: la energía, la integridad, la honradez, la paciencia, la diligencia
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y el sentido práctico. Y lo que exija de sus hijos debe practicarlo él
mismo, dando ejemplo de dichas virtudes con su comportamiento
varonil.
Pero, padres, no desalentéis a vuestros hijos. Combinad el cariño
con la autoridad, la bondad y la simpatía con la firme represión.
Dedicad a vuestros hijos algunas de vuestras horas de ocio; intimad
con ellos; asociaos con ellos en sus trabajos y juegos, y ganad su
confianza. Cultivad su amistad, especialmente la de vuestros hijos
varones. De este modo ejerceréis sobre ellos una poderosa influencia
para el bien.
El padre debe hacer cuanto esté de su parte por la felicidad del
hogar. Cualesquiera que sean los cuidados y las perplejidades que
le ocasionen sus negocios, no debe permitir que arrojen sombra
sobre su familia; debe volver siempre a casa con la sonrisa y buenas
palabras en los labios.
En cierto sentido, el padre es el sacerdote de la familia, en cuyo
altar ofrece sacrificio matutino y vespertino. Pero la esposa y los
hijos deben unirse con él en la oración y en el canto de alabanza. Por
la mañana, antes de irse a sus quehaceres cotidianos, reúna el padre