Página 271 - El Ministerio de Curacion (1959)

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Influencia del hogar
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a sus hijos en torno suyo, y, postrados ante Dios, encomiéndelos al
cuidado del Padre celestial. Cuando hayan pasado los afanes del
día, vuélvase a reunir la familia en oración de acción de gracias y
en canto de alabanza, para reconocer el cuidado divino del cual fué
objeto durante el día.
Padres y madres, por muy urgentes que sean vuestras ocupacio-
nes, no dejéis nunca de reunir a vuestra familia en torno del altar
de Dios. Pedid el amparo de los santos ángeles para vuestra casa.
Recordad que vuestros amados están expuestos a tentaciones. La
senda de jóvenes y viejos está sembrada de molestias cotidianas.
Quienes quieran llevar una vida de paciencia, amor y gozo, han de
orar. Sólo con la ayuda constante de Dios podemos vencernos a
nosotros mismos.
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En el hogar deben convivir la alegría, la cortesía y el amor; y
donde residen estas virtudes habrá felicidad y paz. Podrán sobrevenir
dificultades, pero éstas constituyen la suerte que le toca a toda la
humanidad. Resplandezcan la paciencia, la gratitud y el amor en el
corazón, por nublado que esté el día. En tales hogares moran los
ángeles de Dios.
Cada uno de los esposos procure la felicidad de su cónyuge, sin
descuidar jamás los leves actos de cortesía y bondad que alegran e
iluminan la vida. Debe haber completa confianza entre los esposos.
Ambos deben hacer frente a sus responsabilidades. Juntos deben
trabajar por el mayor bien de sus hijos. Jamás deben, en presencia
de éstos, criticar el uno los planes del otro ni poner en tela de juicio
el criterio del otro. Procure cuidadosamente la esposa no dificultarle
al marido la obra que hace por los hijos. Sostenga el marido, por su
parte, las manos de su esposa, dándole prudente consejo y amoroso
aliento.
No debe levantarse una valla de frialdad y retraimiento entre
padres e hijos. Intimen los padres con sus hijos; procuren entender
sus gustos y disposiciones; compartan sus sentimientos, y descubran
lo que embarga sus corazones.
Padres, demostrad a vuestros hijos que los amáis, y que que-
réis hacer cuanto podáis para asegurar su dicha. Si obráis así, las
restricciones que necesitéis imponerles tendrán mucho mayor peso
en sus jóvenes inteligencias. Gobernad a vuestros hijos con ternura
y compasión, teniendo siempre presente que “sus ángeles en los