Página 322 - El Ministerio de Curacion (1959)

Basic HTML Version

318
El Ministerio de Curacion
La ciencia que se ha de poseer
Hay una ciencia del cristianismo que debe ser conocida a fondo,
y que es tanto más profunda, amplia y alta que cualquier ciencia
humana cuanto son más altos los cielos que la tierra. La mente debe
ser disciplinada, educada y formada, pues hemos de servir a Dios de
un modo que no congenia con nuestras inclinaciones naturales.
Hemos de vencer las tendencias al mal, que hemos heredado y
cultivado. Muchas veces hay que prescindir por completo de la
educación y la preparación de toda una vida para aprender en la
escuela de Cristo. Nuestro corazón debe recibir educación para
llegar a ser firme en Dios. Debemos contraer hábitos de pensar que
nos capaciten para resistir a la tentación. Debemos aprender a mirar
hacia arriba. Debemos comprender, en todo cuanto ellos atañen a
nuestra vida diaria, los principios de la Palabra de Dios, que son tan
elevados como el cielo y tan abarcantes como la eternidad. Cada
acto, cada palabra y cada pensamiento deben concordar con esos
principios. Todos deben ser puestos en armonía con Cristo y en
sujeción a él.
[360]
Las preciosas gracias del Espíritu Santo no se desarrollan en un
momento. El valor, la mansedumbre, la fe, la confianza inquebranta-
ble en el poder de Dios para salvar, se adquieren por la experiencia
de años. Los hijos de Dios han de sellar su destino mediante una
vida de santo esfuerzo y de firme adhesión a lo justo.
No hay tiempo que perder
No tenemos tiempo que perder. No sabemos cuándo ha de termi-
nar nuestro tiempo de prueba. A lo sumo, no podemos contar sino
con una vida harto breve, y no sabemos cuándo la saeta de la muerte
nos atravesará el corazón. Tampoco sabemos cuándo tendremos que
desprendernos del mundo y de todos sus intereses. La eternidad se
extiende ante nosotros. El velo está a punto de descorrerse. Unos
pocos años más, y para cada uno de los que ahora se cuentan entre
los vivos se dará el mandato:
“El que es injusto, sea injusto todavía; ... y el que es justo, sea
todavía justificado: y el santo sea santificado todavía.”
Apocalipsis
22:11
.