Página 336 - El Ministerio de Curacion (1959)

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El Ministerio de Curacion
“Carísimos, no os maravilléis cuando sois examinados por fuego,
lo cual se hace para vuestra prueba, como si alguna cosa peregrina
os aconteciese; antes bien gozaos en que sois participantes de las
aflicciones de Cristo; para que también en la revelación de su gloria
os gocéis en triunfo.”
1 Pedro 4:12, 13
.
En la plena luz del día, y al oír la música de otras voces, el pájaro
enjaulado no cantará lo que su amo procure enseñarle. Aprende un
poquito de esto, un trino de aquello, pero nunca una melodía entera
y definida. Cubre el amo la jaula, y la pone donde el pájaro no oiga
más que el canto que ha de aprender. En la obscuridad lo ensaya y
vuelve a ensayar hasta que lo sabe, y prorrumpe en perfecta melodía.
Después el pájaro es sacado de la obscuridad, y en lo sucesivo cantará
aquel mismo canto en plena luz. Así trata Dios a sus hijos. Tiene
un canto que enseñarnos, y cuando lo hayamos aprendido entre las
sombras de la aflicción, podremos cantarlo perpetuamente.
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Muchos están descontentos de su vocación. Tal vez no congenien
con lo que los rodea. Puede ser que algún trabajo vulgar consuma
su tiempo mientras se creen capaces de más altas responsabilidades;
muchas veces les parece que sus esfuerzos no son apreciados o que
son estériles e incierto su porvenir.
Recordemos que aun cuando el trabajo que nos toque hacer no
sea tal vez el de nuestra elección, debemos aceptarlo como escogido
por Dios para nosotros. Gústenos o no, hemos de cumplir el deber
que más a mano tenemos. “Todo lo que te viniere a la mano para
hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el sepulcro, adonde tú vas,
no hay obra, ni industria, ni ciencia ni sabiduría.”
Eclesiastés 9:10
.
Si el Señor desea que llevemos un mensaje a Nínive, no le agra-
dará que vayamos a Joppe o a Capernaúm. Razones tiene para
enviarnos al punto hacia donde han sido encaminados nuestros pies.
Allí mismo puede estar alguien que necesite la ayuda que podemos
darle. El que mandó a Felipe al eunuco etíope; que envió a Pedro
al centurión romano; y la pequeña israelita en auxilio de Naamán,
el capitán sirio, también envía hoy, como representantes suyos, a
hombres, mujeres y jóvenes, para que vayan a los que necesitan
ayuda y dirección divinas.