Página 350 - El Ministerio de Curacion (1959)

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El Ministerio de Curacion
Nunca estamos solos. Sea que le escojamos o no, tenemos siem-
pre a Uno por compañero. Recordemos que doquiera estemos, ha-
gamos lo que hagamos, Dios está siempre presente. Nada de lo que
se diga, se haga o se piense puede escapar a su atención. Para cada
palabra o acción tenemos un testigo, el Santo Dios, que aborrece el
pecado. Recordémoslo siempre antes de hablar o de realizar un acto
cualquiera. Como cristianos, somos miembros de la familia real,
hijos del Rey celestial. No digáis una palabra ni hagáis cosa algu-
na que afrente “el buen nombre que fué invocado sobre vosotros.”
Santiago 2:7
.
Estudiad atentamente el carácter divino-humano, y preguntaos
siempre: “¿Qué haría Jesús si estuviera en mi lugar?” Tal debiera
ser la norma de vuestro deber. No frecuentéis innecesariamente la
sociedad de quienes debilitarían por sus artificios vuestro propósito
de hacer el bien, o mancharían vuestra conciencia. No hagáis entre
extraños, en la calle o en casa, lo que tenga la menor apariencia de
mal. Haced algo cada día para mejorar, embellecer y ennoblecer la
vida que Cristo compró con su sangre.
Obrad siempre movidos por buenos principios, y nunca por im-
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pulso. Moderad la impetuosidad natural de vuestro ser con manse-
dumbre y dulzura. No deis lugar a la liviandad ni a la frivolidad. No
broten chistes vulgares devuestros labios. Ni siquiera deis rienda
suelta a vuestros pensamientos. Deben ser contenidos y sometidos a
la obediencia de Cristo. Consagradlos siempre a cosas santas. De
este modo, mediante la gracia de Cristo, serán puros y sinceros.
Debemos sentir siempre el poder ennoblecedor de los pensa-
mientos puros. La única seguridad para el alma consiste en pensar
bien, pues acerca del hombre se nos dice: “Cual es su pensamiento
en su alma, tal es él.”
Proverbios 23:7
. El poder del dominio propio
se acrecienta con el ejercicio. Lo que al principio parece difícil, se
vuelve fácil con la práctica, hasta que los buenos pensamientos y
acciones llegan a ser habituales. Si queremos, podemos apartarnos
de todo lo vulgar y degradante y elevarnos hasta un alto nivel, donde
gozaremos del respeto de los hombres y del amor de Dios.