En el trato con los demás
349
Pero la gracia de Cristo puede transformarlos. No los desechéis
[395]
ni los arrastréis al desaliento ni a la desesperación, diciéndoles:
“Me habéis engañado y ya no procuraré ayudaros.” Unas cuantas
palabras, dichas con la viveza inspirada por la provocación, y que
consideramos merecidas, pueden romper los lazos de influencia que
debieran unir su corazón con el nuestro.
La vida consecuente, la sufrida prudencia, el ánimo impasible
bajo la provocación, son siempre los argumentos más decisivos y
los más solemnes llamamientos. Si habéis tenido oportunidades y
ventajas que otros no tuvieron, tenedlo bien en cuenta, y sed siempre
maestros sabios, esmerados y benévolos.
Para que el sello deje en la cera una impresión clara y destacada,
no lo aplicáis precipitadamente y con violencia, sino que con mu-
cho cuidado lo ponéis sobre la cera blanda, y pausadamente y con
firmeza lo oprimís hasta que la cera se endurece. Así también tratad
con las almas humanas. El secreto del éxito que tiene la influencia
cristiana consiste en que ella es ejercida de continuo, y ello depende
de la firmeza con que manifestéis el carácter de Cristo. Ayudad a los
que han errado, hablándoles de lo que habéis experimentado. Mos-
tradles cómo, cuando cometisteis vosotros también faltas graves, la
paciencia, la bondad y la ayuda de vuestros compañeros de trabajo
os infundieron aliento y esperanza.
Hasta el día del juicio no conoceréis la influencia de un trato
bondadoso y respetuoso para con el débil, el irrazonable y el indigno.
Cuando tropezamos con la ingratitud y la traición de los cometidos
sagrados, nos sentimos impulsados a manifestar desprecio e indigna-
ción. Esto es lo que espera el culpable, y se prepara para ello. Pero
la prudencia bondadosa le sorprende, y suele despertar sus mejores
impulsos y el deseo de llevar una vida más noble.
“Hermanos, si alguno fuere tomado en alguna falta, vosotros que
sois espirituales, restaurad al tal con el espíritu de mansedumbre;
[396]
considerándote a ti mismo, porque tú no seas también tentado. So-
brellevad los unos las cargas de los otros; y cumplid así la ley de
Cristo.”
Gálatas 6:1, 2
.
Todos los que profesan ser hijos de Dios deben recordar que,
como misioneros, tendrán que tratar con toda clase de personas:
refinadas y toscas, humildes y soberbias, religiosas y escépticas,
educadas e ignorantes, ricas y pobres. No es posible tratar a todas