Página 357 - El Ministerio de Curacion (1959)

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Desarrollo y servicio
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procuran dar lo menos posible de sus facultades físicas, mentales y
morales, no son los obreros a quienes Dios puede bendecir abundan-
temente. Su ejemplo es contagioso. Los mueve el interés personal.
Los que necesitan que se les vigile, y sólo trabajan cuando se les
señala una tarea bien definida, no serán declarados buenos y fieles
obreros. Se necesitan hombres de energía, integridad y diligencia;
que estén dispuestos a hacer cuanto deba hacerse.
Muchos se inutilizan porque, temiendo fracasar, huyen de las
responsabilidades. Dejan así de adquirir la educación que es fruto
de la experiencia, y que no les pueden dar la lectura y el estudio ni
todas las demás ventajas adquiridas de otros modos.
El hombre puede moldear las circunstancias, pero nunca debe
permitir que ellas le amolden a él. Debemos valernos de las circuns-
tancias como de instrumentos para obrar. Debemos dominarlas, y
no consentir en que nos dominen.
Los hombres fuertes son los que han sufrido oposición y con-
tradicción. Por el hecho de que ponen en juego sus energías, los
obstáculos con que tropiezan les resultan bendiciones positivas.
Llegan a valerse por sí mismos. Los conflictos y las perplejidades
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invitan a confiar en Dios, y determinan la firmeza que desarrolla el
poder.
Cristo no prestó un servicio limitado. No midió su obra por
horas. Dedicó su tiempo, su corazón, su alma y su fuerza a trabajar
en beneficio de la humanidad. Pasó días de rudo trabajo y noches
enteras pidiendo a Dios gracia y fuerza para realizar una obra mayor.
Con clamores y lágrimas rogó al Cielo que fortaleciese su naturaleza
humana para hacer frente al astuto adversario en todas sus obras de
decepción, y que le sostuviese para el cumplimiento de su misión
de enaltecer a la humanidad. A sus obreros les dice: “Ejemplo os he
dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.”
Juan
13:15
.
“El amor de Cristo—dijo Pablo—nos constriñe.”
2 Corintios
5:14
. Tal era el principio que inspiraba la conducta de Pablo; era su
móvil. Si alguna vez su ardor menguaba por un momento en la senda
del deber, una mirada a la cruz le hacía ceñirse nuevamente los lomos
del entendimiento y avanzar en el camino del desprendimiento. En
sus trabajos por sus hermanos fiaba mucho en la manifestación de