Página 358 - El Ministerio de Curacion (1959)

Basic HTML Version

354
El Ministerio de Curacion
amor infinito en el sacrificio de Cristo, con su poder que domina y
constriñe.
Cuán fervoroso y conmovedor llamamiento expresa cuando dice:
“Ya sabéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor de
vosotros se hizo pobre, siendo rico; para que vosotros con su pobreza
fueseis enriquecidos.”
2 Corintios 8:9
. Ya sabéis desde cuán alto
se rebajó, ya conocéis la profundidad de la humillación a la cual
descendió. Sus pies se internaron en el camino del sacrificio, y no
se desviaron hasta que hubo entregado su vida. No medió descanso
para él entre el trono del cielo y la cruz. Su amor por el hombre le
indujo a soportar cualquier indignidad y cualquier ultraje.
Pablo nos amonesta a no mirar “cada uno a lo suyo propio, sino
cada cual también a lo de los otros.”
Filipenses 2:4
. Nos exhorta a
[401]
que tengamos el “sentir que hubo también en Cristo Jesús: el cual,
siendo en forma de Dios, no tuvo por usurpación ser igual a Dios: sin
embargo, se anonadó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho
semejante a los hombres; y hallado en la condición como hombre,
se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de
cruz.”
Filipenses 2:5-8
.
Pablo tenía vivísimos deseos de que se viese y comprendiese
la humillación de Cristo. Estaba convencido de que, con tal que
se lograse que los hombres considerasen el asombroso sacrificio
realizado por la Majestad del cielo, el egoísmo sería desterrado de
sus corazones. El apóstol se detiene en un detalle tras otro para que
de algún modo alcancemos a darnos cuenta de la admirable condes-
cendencia del Salvador para con los pecadores. Dirige primero el
pensamiento a la contemplación del puesto que Cristo ocupaba en el
cielo, en el seno de su Padre. Después lo presenta abdicando de su
gloria, sometiéndose voluntariamente a las humillantes condiciones
de la vida humana, asumiendo las responsabilidades de un siervo, y
haciéndose obediente hasta la muerte más ignominiosa, repulsiva y
dolorosa: la muerte en la cruz. ¿Podemos contemplar tan admirable
manifestación del amor de Dios sin agradecimiento ni amor, y sin un
sentimiento profundo de que ya no somos nuestros? A un Maestro
como Cristo no debe servírsele impulsado por móviles forzados y
egoístas.
“Sabiendo—dice el apóstol—que habéis sido rescatados, ... no
con cosas corruptibles, como oro o plata.”
1 Pedro 1:18
. ¡Oh! si con