Página 37 - El Ministerio de Curacion (1959)

Basic HTML Version

Con la naturaleza y con Dios
33
paz, la frescura, la vida y el poder de que parecía compenetrado todo
su ser. De las horas pasadas a solas con Dios, salía cada mañana
para llevar a los hombres la luz del cielo.
Al regresar los discípulos de su primera gira de evangelización,
Jesús les dió la invitación: Venid aparte, y reposad un poco. Los
discípulos habían vuelto llenos de gozo por su éxito como prego-
neros del Evangelio, cuando tuvieron noticia de la muerte de Juan
el Bautista a manos de Herodes. Esto les causó amarga tristeza y
desengaño. Jesús sabía que al dejar que el Bautista muriera en la
cárcel había sometido a una dura prueba la fe de los discípulos.
Con compasiva ternura contemplaba sus semblantes entristecidos
y surcados de lágrimas. Con lágrimas en los ojos y emoción en la
voz les dijo: “Venid vosotros aparte al lugar desierto, y reposad un
poco.”
Marcos 6:31
.
Cerca de Betsaida, al extremo norte del mar de Galilea, exten-
díase una región aislada que, hermoseada por el fresco verdor de
la primavera, ofrecía agradable retiro a Jesús y sus discípulos. Allá
[36]
se dirigieron, cruzando el lago en su barco. Allí podían descansar
lejos del bullicio de la muchedumbre. Allí podían oír los discípulos
las palabras de Cristo, sin que los molestaran las argucias y acusa-
ciones de los fariseos. Allí esperaban gozar una corta temporada de
intimidad con su Señor.
Corto fué efectivamente el tiempo que Jesús pasó con sus queri-
dos discípulos; pero ¡cuán valioso fué para ellos! Juntos hablaron de
la obra del Evangelio y de la posibilidad de hacer más eficaz su labor
al acercarse al pueblo. Al abrirles Jesús los tesoros de la verdad,
sentíanse vivificados por el poder divino y llenos de esperanza y
valor.
Pero pronto volvieron las muchedumbres en busca de Jesús.
Suponiendo que se habría dirigido a su retiro predilecto, allá se
encaminó la gente. Frustrada quedó la esperanza de Jesús de gozar
siquiera de una hora de descanso. Pero en lo profundo de su corazón
puro y compasivo, el buen Pastor de las ovejas sólo sentía amor y
lástima por aquellas almas inquietas y sedientas. Durante todo el día
atendió a sus necesidades, y al anochecer despidió a la gente para
que volviera a sus casas a descansar.
En una vida dedicada por completo a hacer bien a los demás, el
Salvador creía necesario dejar a veces su incesante actividad y el