Página 40 - El Ministerio de Curacion (1959)

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El Ministerio de Curacion
La mujer agradecida deseaba expresar su gratitud al poderoso
Médico que con su solo toque acabada de hacer por ella lo que no
habían logrado los médicos en doce largos años; pero no se atrevía.
Con corazón agradecido procuró alejarse de la muchedumbre. De
pronto Jesús se detuvo, y mirando en torno suyo preguntó: “¿Quién
es el que me ha tocado?”
Mirándole asombrado, Pedro respondió: “Maestro, la compañía
te aprieta y oprime, y dices: ¿Quién es el que me ha tocado?”
Lucas
8:45
.
Jesús dijo: “Me ha tocado alguien; porque yo he conocido que ha
salido virtud de mí.”
Vers. 46
. El podía distinguir entre el toque de la
fe y el contacto con la muchedumbre indiferente. Alguien le había
tocado con un propósito bien definido, y había recibido respuesta.
Cristo no hizo la pregunta para obtener información. Quería
dar una lección al pueblo, a sus discípulos y a la mujer, infundir
esperanza al afligido y mostrar que la fe había hecho intervenir el
poder curativo. La confianza de la mujer no debía ser pasada por
alto sin comentario. Dios tenía que ser glorificado por la confesión
agradecida de ella. Cristo deseaba que ella comprendiera que él
aprobaba su acto de fe. No quería dejarla ir con una bendición
incompleta. Ella no debía ignorar que él conocía sus padecimientos.
Tampoco debía desconocer el amor compasivo que le tenía ni la
aprobación que diera a la fe de ella en el poder que había en él para
salvar hasta lo sumo a cuantos se allegasen a él.
[40]
Mirando a la mujer, Cristo insistió en saber quién le había tocado.
Viendo que no podía ocultarse, la mujer se adelantó temblando, y se
postró a sus pies. Con lágrimas de gratitud, le dijo, en presencia de
todo el pueblo, por qué había tocado su vestido y cómo había que-
dado sana en el acto. Temía que al tocar su manto hubiera cometido
un acto de presunción; pero ninguna palabra de censura salió de los
labios de Cristo. Sólo dijo palabras de aprobación, procedentes de
un corazón amoroso, lleno de simpatía por el infortunio humano.
Con dulzura le dijo: “Hija, tu fe te ha salvado: ve en paz.”
Vers.
48
. ¡Cuán alentadoras le resultaron esas palabras! El temor de que
hubiera cometido algún agravio ya no amargaría su gozo.
La turba de curiosos que se apiñaban alrededor de Jesús no
recibió fuerza vital alguna. Pero la enferma que le tocó con fe,
quedó curada. Así también en las cosas espirituales, el contacto