Página 44 - El Ministerio de Curacion (1959)

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El Ministerio de Curacion
Según la ley ritual, el leproso era declarado inmundo, y así tam-
bién quedaba todo lo que llegase a tocar. El aire se contaminaba
con el aliento del enfermo. Este, como si ya estuviera muerto, era
excluído de las moradas de los hombres. El sospechoso de lepra
tenía que presentarse a los sacerdotes para que le examinasen y dic-
taminasen sobre su caso. Si era declarado leproso, quedaba aislado
de su familia, separado de la congregación de Israel y condenado a
no tratar sino con los que adolecían de la misma enfermedad. Ni los
reyes ni los gobernantes quedaban exentos de esta regla. El monarca
atacado por esta terrible enfermedad tenía que abdicar y huir de la
sociedad.
Lejos de sus amigos y parientes, el leproso cargaba con la mal-
dición de su enfermedad, y había de pregonarla, desgarrar sus vesti-
duras y dar el grito de alarma, avisando a todos que huyesen de su
presencia contaminadora. El grito: “¡Inmundo! ¡Inmundo!” proferi-
do en tono lúgubre por el solitario proscrito, era una señal oída con
temor y aversión.
En la región donde ejercía Cristo su ministerio, había muchos
leprosos, y cuando llegaron a ellos las nuevas de su obra, hubo uno en
cuyo corazón empezó a brotar la fe. Si pudiera acudir a Jesús, podría
sanar. Pero, ¿cómo encontrar a Jesús? Condenado como estaba a
perpetuo aislamiento, ¿cómo podía presentarse al Médico? ¿ Le
sanaría Cristo? ¿No pronunciaría más bien, como los fariseos y aun
los médicos, una maldición contra él y le mandaría que huyera de
las moradas de los hombres?
Piensa en todo lo que se le ha dicho de Jesús. Nadie que haya
implorado su auxilio ha sido rechazado. El pobre hombre resuelve
ir en busca del Salvador. Aunque excluído de las ciudades, puede
ser que dé con él en alguna senda apartada en las montañas, o lo
encuentre mientras enseña fuera de las poblaciones. Las dificultades
son grandes, pero no hay otra esperanza.
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Desde lejos, el leproso percibe algunas palabras del Salvador.
Le ve poner las manos sobre los enfermos. Ve a los cojos, a los
paralíticos, y a los que están muriéndose de diversas enfermedades
levantarse sanos y alabar a Dios por su salvación. Su fe se fortalece.
Se acerca más y más a la gente que está escuchando. Las restriccio-
nes que se le han impuesto, la seguridad del pueblo, el miedo con