Página 51 - El Ministerio de Curacion (1959)

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La curación del alma
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dirigía. ¿No estaban ellos también enfermos del alma por causa del
pecado? ¿No ansiaban ellos también verse libres de su carga?
Pero los fariseos, temerosos de perder la influencia que ejercían
sobre la muchedumbre, decían en su corazón: “Blasfemias dice.
¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?”
Marcos 2:7
.
Fijando en ellos su mirada, bajo la cual se sentían acobardados y
retrocedían, Jesús dijo: “¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones?
Porque, ¿qué es más fácil, decir: Los pecados te son perdonados;
o decir: Levántate, y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del
hombre tiene potestad en la tierra de perdonar pecados,” agregó
dirigiéndose al paralítico: “Levántate, toma tu cama, y vete a tu
casa.”
Mateo 9:4-6
.
Entonces el que había sido traído en camilla a Jesús se levantó
con la elasticidad y la fuerza de la juventud. E inmediatamente,
“tomando su lecho, se salió delante de todos, de manera que todos se
asombraron, y glorificaron a Dios, diciendo: Nunca tal hemos visto.”
Marcos 2:12
.
Se necesitaba nada menos que un poder creador para devolver
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la salud a ese cuerpo decaído. La misma voz que infundió vida al
hombre creado del polvo de la tierra, la infundió al paralítico mori-
bundo. Y el mismo poder que dió vida al cuerpo, renovó el corazón.
Aquel que en la creación “dijo, y fué hecho”; que “mandó, y existió”
(
Salmos 33:9
), infundió vida al alma muerta en transgresiones y
pecados. La curación del cuerpo era prueba evidente del poder que
había renovado el corazón. Cristo mandó al paralítico que se levan-
tara y anduviera, “para que sepáis—dijo—que el Hijo del hombre
tiene potestad en la tierra de perdonar pecados.”
El paralítico encontró en Cristo curación para su alma y para su
cuerpo. Necesitaba la salud del alma antes de poder apreciar la salud
del cuerpo. Antes de poder sanar la enfermedad física, Cristo tenía
que infundir alivio al espíritu y limpiar el alma de pecado. No hay
que pasar por alto esta lección. Actualmente miles que adolecen de
enfermedades físicas desean, como el paralítico, oír el mensaje: “Tus
pecados te son perdonados.” La carga del pecado, con su desasosiego
y sus deseos nunca satisfechos, es la causa fundamental de sus
enfermedades. No podrán encontrar alivio mientras no acudan al
Médico del alma. La paz que él solo puede dar devolverá el vigor a
la mente y la salud al cuerpo.