Página 55 - El Ministerio de Curacion (1959)

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La curación del alma
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en armonía con Dios, y se esfuerzan por conseguirla; pero en vano.
Desesperados, exclaman: “¡Miserable hombre de mí! ¿quién me
librará del cuerpo de esta muerte?”
Romanos 7:24
. Alcen la mirada
estas almas que luchan presa del abatimiento. El Salvador se inclina
hacia el alma adquirida por su sangre, diciendo con inefable ternura
y compasión: “¿Quieres ser salvo?” El os invita a levantaros llenos
de salud y paz. No esperéis hasta sentir que sois sanos. Creed en
la palabra del Salvador. Poned vuestra voluntad de parte de Cristo.
Quered servirle, y al obrar de acuerdo con su palabra, recibiréis
fuerza. Cualquiera que sea la mala práctica, la pasión dominante que
haya llegado a esclavizar vuestra alma y vuestro cuerpo, por haber
cedido largo tiempo a ella, Cristo puede y anhela libraros. El infun-
dirá vida al alma de los que “estabais muertos en vuestros delitos.”
Efesios 2:1
. Librará al cautivo que está sujeto por la debilidad, la
desgracia y las cadenas del pecado.
El sentimiento del pecado ha envenenado las fuentes de la vida;
pero Cristo dice: “Yo llevaré vuestros pecados; yo os daré paz.
Os compré con mi sangre. Sois míos. Mi gracia fortalecerá vuestra
voluntad debilitada; os libraré del remordimiento de vuestro pecado.”
Cuando os asalten las tentaciones, cuando os veáis envueltos en
perplejidad y cuidados, cuando, deprimidos y desalentados, estéis
a punto de ceder a la desesperación, mirad a Jesús y las tinieblas
que os rodeen se desvanecerán ante el resplandor de su presencia.
Cuando el pecado contiende por dominar vuestra alma y agobia
vuestra conciencia, mirad al Salvador. Su gracia basta para vencer el
pecado. Vuélvase hacia él vuestro agradecido corazón que tiembla
de incertidumbre. Echad mano de la esperanza que os es propuesta.
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Cristo aguarda para adoptaros en su familia. Su fuerza auxiliará
vuestra flaqueza; os guiará paso a paso. Poned vuestra mano en la
suya, y dejaos guiar por él.
Nunca penséis que Cristo está lejos. Siempre está cerca. Su
amorosa presencia os circunda. Buscadle sabiendo que desea ser
encontrado por vosotros. Quiere que no sólo toquéis su vestidura,
sino que andéis con él en comunión constante.