Página 59 - El Ministerio de Curacion (1959)

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La curación del alma
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pervirtieron los nobles atributos de su naturaleza, y Satanás asumió
pleno dominio sobre él. El remordimiento llegó demasiado tarde.
Cuando hubiera querido sacrificar sus bienes y sus placeres para
recuperar su virilidad perdida, ya estaba incapacitado y a la merced
del maligno.
[61]
En presencia del Salvador, se le había despertado el deseo de
libertad, mas el demonio opuso resistencia al poder de Cristo. Cuan-
do el hombre procuró pedir ayuda a Jesús, el espíritu maligno le
puso en la boca sus propias palabras, y él gritó con angustia y te-
mor. Comprendía parcialmente que se hallaba en presencia de quien
podía libertarlo; pero cuando intentó ponerse al alcance de aquella
mano poderosa, otra voluntad le retuvo; y las palabras de otro fueron
pronunciadas por su medio.
Terrible era el conflicto entre sus deseos de libertad y el poder de
Satanás. Parecía que el pobre atormentado habría de perder la vida
en aquel combate con el enemigo que había destruído su virilidad.
Pero el Salvador habló con autoridad y libertó al cautivo. El que
había sido poseído del demonio, estaba ahora delante de la gente
admirada, en pleno goce de la libertad y del dominio propio.
Con voz alegre, alabó a Dios por su liberación. Los ojos que
hasta entonces despedían fulgores de locura brillaban ahora de inte-
ligencia y derramaban lágrimas de gratitud. La gente estaba muda
de asombro. Tan pronto como hubo recuperado el uso de la palabra,
exclamó: “¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es ésta, que con po-
testad aun a los espíritus inmundos manda, y le obedecen?”
Marcos
1:27
.
También hoy hay muchedumbres tan ciertamente dominadas
por el poder de los malos espíritus como lo era el endemoniado
de Capernaúm. Todos los que se apartan voluntariamente de los
mandamientos de Dios se colocan bajo la dirección de Satanás.
Muchos juegan con el mal, pensando que podrán romper con él
cuando quieran; pero quedan cada vez más engañados hasta que se
encuentran dominados por una voluntad más fuerte que la suya. No
pueden substraerse a su misterioso poder. El pecado secreto o la
pasión dominante puede hacer de ellos cautivos tan inertes como el
endemoniado de Capernaúm.
[62]
Sin embargo, su condición no es desesperada. Dios no domina
nuestra mente sin nuestro consentimiento, sino que cada hombre