Página 78 - El Ministerio de Curacion (1959)

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El Ministerio de Curacion
expresión a su agradecimiento por la vida resguardada. Y cuando el
enfermo expresa su gratitud al médico, haga éste que esa gratitud y
la alabanza se tributen a Dios. Diga también al paciente que salvó la
vida porque estaba bajo la protección del Médico celestial.
El médico que obre así conduce a su paciente a Aquel de quien
depende su vida, al Unico que puede salvar eternamente a cuantos
se allegan a él.
Quienes trabajen en la obra médica misionera deben sentir un
profundo anhelo por las almas. Al médico, como al ministro del
Evangelio, se ha confiado el mayor cargo que pueda encomendarse a
los hombres. Sea que lo comprenda o no, todo médico está encargado
del cuidado de las almas.
Con demasiada frecuencia, en su roce continuo con la enferme-
dad y la muerte, los médicos pierden de vista las solemnes realidades
de la vida futura. En su afán por desviar el peligro del cuerpo, olvi-
dan el peligro del alma. Puede ser que aquel a quien atienden esté
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perdiendo la vida y sus últimas oportunidades se estén desvanecien-
do. Con esta alma volverá a encontrarse el médico en el tribunal de
Cristo.
Muchas veces dejamos escapar las más preciosas bendiciones al
no decir una palabra en el momento oportuno. Si no discernimos la
áurea oportunidad, la perdemos. A la cabecera del enfermo, evítese
toda palabra acerca de dogmas o controversias. Diríjase la atención
del enfermo hacia Aquel que quiere salvar a todos los que a él acuden
con fe. Con fervor y ternura, procúrese ayudar al alma pendiente
entre la vida y la muerte.
El médico que sabe que Cristo es su Salvador personal, porque
él mismo fué llevado al Refugio, sabe cómo tratar con las almas
temblorosas, enfermas de pecado, que sienten su culpa y le piden
ayuda. Sabe contestar a la pregunta: “¿Qué es menester que yo haga
para ser salvo?”
Hechos 16:30
. Puede contar la historia del amor del
que nos redime. Puede hablar por experiencia del poder del arrepen-
timiento y de la fe. Con palabras sencillas y sinceras puede presentar
a Dios en oración la necesidad del alma, y alentar al enfermo a pe-
dir y aceptar la gracia del compasivo Salvador. Al desempeñar así
su ministerio junto a la cabecera del enfermo, procurando dirigirle
palabras que le auxilien y consuelen, el Señor obra por medio de él
y con él. Cuando el espíritu del paciente es conducido al Salvador,