Página 83 - El Ministerio de Curacion (1959)

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El médico educador
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ren darse el trabajo de buscar la causa. Su principal afán es librarse
de dolor y molestias. Por tanto, recurren a específicos, cuyas pro-
piedades apenas conocen, o acuden al médico para conseguir algún
remedio que neutralice las consecuencias de su error, pero no pien-
san en modificar sus hábitos antihigiénicos. Si no consiguen alivio
inmediato, prueban otra medicina, y después otra. Y así sigue el mal.
Hay que enseñar a la gente que las drogas no curan la enfer-
medad. Es cierto que a veces proporcionan algún alivio inmediato
momentáneo, y el paciente parece recobrarse por efecto de esas
drogas, cuando se debe en realidad a que la naturaleza posee fuerza
vital suficiente para expeler el veneno y corregir las condiciones
causantes de la enfermedad. Se recobra la salud a pesar de la droga,
que en la mayoría de los casos sólo cambia la forma y el foco de
la enfermedad. Muchas veces el efecto del veneno parece quedar
neutralizado por algún tiempo, pero los resultados subsisten en el
organismo y producen un gran daño ulterior.
Por el uso de drogas venenosas muchos se acarrean enfermeda-
des para toda la vida, y se malogran muchas existencias que hubieran
podido salvarse mediante los métodos naturales de curación. Los
venenos contenidos en muchos así llamados remedios crean hábitos
y apetitos que labran la ruina del alma y del cuerpo. Muchos de
los específicos populares, y aun algunas de las drogas recetadas por
médicos, contribuyen a que se contraigan los vicios del alcoholismo,
del opio y de la morfina, que tanto azotan a la sociedad.
La única esperanza de mejorar la situación estriba en educar
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al pueblo en los principios correctos. Enseñen los médicos que
el poder curativo no está en las drogas, sino en la naturaleza. La
enfermedad es un esfuerzo de la naturaleza para librar al organismo
de las condiciones resultantes de una violación de las leyes de la
salud. En caso de enfermedad, hay que indagar la causa. Deben
modificarse las condiciones antihigiénicas y corregirse los hábitos
erróneos. Después hay que ayudar a la naturaleza en sus esfuerzos
por eliminar las impurezas y restablecer las condiciones normales
del organismo.