Página 98 - El Ministerio de Curacion (1959)

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El Ministerio de Curacion
“Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar—
manda Cristo,—para que se llene mi casa.”
Lucas 14:23
. Jesús
relaciona a los hombres con aquellos a quienes quieren servir. Dice
[acerca del deber cristiano]: “¿No es que ... a los pobres errantes
metas en casa; que cuando vieres al desnudo, lo cubras?” “Sobre
los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.”
Isaías 58:7
;
Marcos
16:18
. Por medio del trato directo y de la obra personal, se han de
comunicar las bendiciones del Evangelio.
Cuando en lo antiguo Dios daba luz a su pueblo, no obraba
exclusivamente por una sola categoría de individuos. Daniel era
príncipe de Judá. Isaías era también de estirpe real. David y Amós
eran pastores de ganado; Zacarías era un cautivo vuelto de Babilonia;
Eliseo era labrador. El Señor suscitaba como representantes suyos a
profetas y príncipes, nobles y plebeyos, y les enseñaba las verdades
que debían transmitir al mundo.
A todo aquel que llega a ser partícipe de su gracia, el Señor
le señala una obra que hacer en favor de los demás. Cada cual ha
de ocupar su puesto, diciendo: “Heme aquí, envíame a mí.”
Isaías
6:8
. Al ministro de la Palabra, al enfermero misionero, al médico
creyente, al simple cristiano, sea negociante o agricultor, profesional
o mecánico, a todos incumbe la responsabilidad. Es tarea nuestra
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revelar a los hombres el Evangelio de su salvación. Toda empresa
en que nos empeñemos debe servirnos de medio para dicho fin.
Los que emprendan la obra que les fué señalada no sólo serán
fuente de bendición para otros, sino que ellos mismos serán ben-
decidos. El sentido del deber cumplido influirá de modo reflejo en
sus almas. El desalentado olvidará su desaliento, el débil se volverá
fuerte, el ignorante, inteligente, y todos encontrarán ayuda segura
en Aquel que los llamó.
La iglesia de Cristo está organizada para servir. Tal es su con-
signa. Sus miembros son soldados que han de ser adiestrados para
combatir bajo las órdenes del Capitán de su salvación. Los ministros,
médicos y maestros cristianos tienen una obra más amplia de lo que
muchos se imaginan. No sólo han de servir al pueblo, sino también
enseñarle a servir. No sólo han de instruir a sus oyentes en los bue-
nos principios, sino también educarlos para que sepan comunicar
estos principios. La verdad que no se práctica, que no se comunica,