Página 114 - La Maravillosa Gracia de Dios (1973)

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Alejar la inquietud y la duda, 11 de abril
¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?
Mateo 14:31
.
Cristo vino al mundo para enseñar que si el hombre recibe poder de lo
alto, puede llevar una vida intachable. Con incansable paciencia y con sim-
pática prontitud para ayudar, hacía frente a las necesidades de los hombres.
Mediante el suave toque de su gracia desterraba de las almas las luchas y
dudas; cambiaba la enemistad en amor y la incredulidad en confianza.—
El
Ministerio de Curación, 15
.
No es prudente que nos miremos a nosotros mismos y que estudiemos
nuestras emociones. Si lo hacemos, el enemigo nos presentará dificultades
y tentaciones que debilitarán la fe y destruirán el valor. El considerar deteni-
damente nuestras emociones y ceder a nuestros sentimientos es exponernos
a la duda y enredarnos en perplejidades. En vez de mirarnos a nosotros
mismos, miremos a Jesús.
Cuando las tentaciones os asalten, cuando los cuidados, las perplejidades
y las tinieblas parezcan envolver vuestra alma, mirad hacia el punto en que
visteis la luz por última vez. Descansad en el amor de Cristo y bajo su
cuidado protector. Cuando el pecado lucha por dominar el corazón, cuando
la culpa oprime al alma y carga la conciencia, cuando la incredulidad anubla
el espíritu, acordaos de que la gracia de Cristo basta para vencer al pecado
y desvanecer las tinieblas.—
Ibid. 193
. (Traducción revisada.)
El alma que ama a Dios se eleva por encima de la niebla de la duda;
obtiene una experiencia brillante, amplia, profunda y viviente y llega a ser
humilde y semejante a Cristo. Su alma está dedicada a Dios, escondida con
Cristo en Dios. Será capaz de soportar la prueba del abandono, el abuso
y el desprecio, porque su Salvador sufrió todo eso. No se sentirá molesto
ni se desanimará cuando sobrevengan las dificultades, porque Jesús no
falló ni se desanimó. Todo cristiano será fuerte, no en la fortaleza y los
méritos de sus buenas obras, sino en la justicia de Cristo que le es imputada
por la fe. Es una gran cosa ser humilde y manso de corazón, puro y sin
contaminación, tal como lo fue el Príncipe del cielo cuando anduvo entre
los hombres.—
The S.D.A. Bible Commentary 7:907
.
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