Página 148 - La Maravillosa Gracia de Dios (1973)

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La ley: norma de Dios, 13 de mayo
El fin de todo el discurso oído es éste: Teme a Dios, y guarda sus
mandamientos; porque esto es el todo del hombre.
Eclesiastés 12:13
.
Antes de que se pusieran los fundamentos de la tierra, se convino en que
todos los que fueran obedientes, todos los que por medio de la abundante
gracia provista llegaran a ser santos en carácter y sin mancha delante de
Dios, por apropiarse de esta gracia, serían hijos de Dios. Este pacto, hecho
en la eternidad pasada, le fue dado a Abrahán cientos de años antes de que
viniera Cristo. Con qué interés y con qué profundo deseo observó Cristo en
su humanidad a la raza humana para ver si aprovecharían de la provisión
ofrecida.—
Fundamentals of Christian Education, 403
.
En sus enseñanzas, Cristo mostró cuán abarcantes son los principios de
la ley pronunciados desde el Sinaí. Hizo una aplicación viviente de aquella
ley cuyos principios permanecen para siempre como la gran norma de
justicia: la norma por la cual serán juzgados todos en aquel gran día, cuando
el juez se siente y se abran los libros. El vino para cumplir toda justicia y,
como cabeza de la humanidad, para mostrarle al hombre que puede hacer
la misma obra, haciendo frente a cada especificación de los requerimientos
de Dios. Mediante la medida de su gracia proporcionada al instrumento
humano, nadie debe perder el cielo. Todo el que se esfuerza, puede alcanzar
la perfección del carácter. Esto se convierte en el fundamento mismo del
nuevo pacto del Evangelio. La ley de Jehová es el árbol. El Evangelio
está constituido por las fragantes flores y los frutos que lleva.—
Mensajes
Selectos 1:248, 249
.
La ley de Dios es la transcripción de su carácter. Abarca los principios
de su reino. El que rehúsa aceptar esos principios, se está colocando fuera
del canal por donde fluyen las bendiciones de Dios.
Las gloriosas posibilidades presentadas ante Israel se podían realizar
únicamente mediante la obediencia a los mandamientos de Dios. La misma
elevación de carácter, la misma plenitud de bendición—bendición de la
mente, el alma y el cuerpo, bendición del hogar y del campo, bendición
para esta vida y la venidera—, podemos obtenerlas únicamente por medio
de la obediencia.—
Palabras de Vida del Gran Maestro, 287
.
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