Página 179 - La Maravillosa Gracia de Dios (1973)

Basic HTML Version

Los pecados del mundo, 12 de junio
El herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados;
el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros
curados.
Isaías 53:5
.
Algunos tienen opiniones limitadas acerca de la expiación. Piensan
que Cristo sufrió tan sólo una pequeña parte de la penalidad de la ley de
Dios; suponen que, aunque el amado Hijo soportó la ira de Dios fue porque
él primero advertía a través de sus dolorosos sufrimientos el amor y la
aceptación del Padre; que los portales de la tumba se iluminaron delante
de él con radiante esperanza, y que tenía evidencias constantes de su gloria
futura. Este es un gran error. La más punzante angustia de Cristo provenía
de que él comprendía el desagrado de su Padre. La agonía que esto le
causaba era tan intensa que el hombre puede apreciarla tan sólo débilmente.
Para muchos, la historia de la condescendencia, la humillación y el sacri-
ficio de nuestro Señor, no despierta interés más profundo... que la historia de
la muerte de los mártires de Jesús. Muchos sufrieron la muerte por torturas
lentas; otros murieron crucificados. ¿En qué difiere de estas muertes la del
amado Hijo de Dios?... Si los sufrimientos de Cristo consistieron solamente
en dolor físico, entonces su muerte no fue más dolorosa que la de algunos
mártires. Pero el dolor corporal fue tan sólo una pequeña parte de la agonía
que sufrió el amado Hijo de Dios. Los pecados del mundo pesaban sobre
él, así como la sensación de la ira de su Padre, mientras sufría la penalidad
de la ley transgredida. Fue esto lo que abrumó su alma divina...
El inocente Varón que sufría en el Calvario comprendió y sintió plena y
hondamente la separación que el pecado produce entre Dios y el hombre.
Fue oprimido por las potestades de las tinieblas. Ni un solo rayo de luz
iluminó las perspectivas del futuro para él... Fue en aquella terrible hora
de tinieblas, en que el rostro de su Padre se ocultó mientras le rodeaban
legiones de malos ángeles y los pecados del mundo estaban sobre él, cuando
sus labios profirieron estas palabras: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
desamparado?”...
En comparación con la empresa de la vida eterna, todo lo demás se
hunde en la insignificancia.—
Joyas de los Testimonios 1:230-232
.
[172]
175