Página 180 - La Maravillosa Gracia de Dios (1973)

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¡Qué precio! 13 de junio
Sabiendo que fuisteis rescatados... no con cosas corruptibles, como
oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero
sin mancha y sin contaminación.
1 Pedro 1:18, 19
.
Sabéis, dice Pedro, que no “fuisteis rescatados... con cosas corruptibles,
como oro o plata”. Oh, si estos elementos hubieran sido suficientes para
conseguir la salvación del hombre, cuán fácilmente la hubiera realizado el
que dijo: “Mía es la plata, y mío es el oro”.
Hageo 2:8
. Pero el transgresor
de la ley de Dios sólo podía ser redimido mediante la preciosa sangre del
Hijo de Dios.—
Testimonies for the Church 4:458
.
Nuestro Redentor puso la redención a nuestro alcance mediante su sacri-
ficio infinito y su inexpresable sufrimiento. Sin honra y desconocido estuvo
en este mundo a fin de que, mediante su condescendencia y humillación
maravillosas, pudiera exaltar al hombre para que éste recibiera honores
eternos y gozos inmortales en los atrios del cielo. Durante los treinta años
de vida de Cristo en la tierra, su corazón fue atormentado con angustia
indecible. La senda, desde el establo hasta el Calvario, fue ensombrecida
por sufrimiento y pesar. Fue varón de dolores, experimentado en quebran-
tos, que soportó tales pesares que ningún lenguaje humano puede describir.
Podría haber dicho en verdad: “Mirad, y ved si hay dolor como mi dolor”.
Lamentaciones 1:12
. Aunque aborrecía el pecado con perfecto odio, acu-
muló sobre su alma los pecados de todo el mundo. Inmaculado, llevó los
pecados de los culpables. Inocente, se ofreció sin embargo como sustituto
por los transgresores. El peso de la culpabilidad de todos los pecados cargó
sobre el alma divina del Redentor del mundo. Los malos pensamientos, las
malas palabras, los malos actos de cada hijo e hija de Adán demandaron una
paga que recayó sobre Cristo, pues se había convertido en el sustituto del
hombre. Aunque no era suya la culpa del pecado, su espíritu fue desgarrado
y magullado por las transgresiones de los hombres, y Aquel que no conoció
pecado llegó a ser pecado por nosotros para que pudiéramos ser justicia de
Dios en él.—
Mensajes Selectos 1:378, 379
.
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