Poder pentecostal, 29 de julio
Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección
del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos.
Hechos
4:33
.
¿Cuál fue el resultado del derramamiento del Espíritu en el día de Pen-
tecostés? Las alegres nuevas de un Salvador resucitado fueron llevadas a las
más alejadas partes del mundo habitado. Mientras los discípulos proclama-
ban el mensaje de la gracia redentora, los corazones se entregaban al poder
de su mensaje. La iglesia veía afluir a ella conversos de todas direcciones.
Los apóstatas se reconvertían. Los pecadores se unían con los creyentes en
busca de la perla de gran precio. Algunos de los que habían sido los más
enconados oponentes del Evangelio, llegaron a ser sus campeones... Cada
cristiano veía en su hermano una revelación del amor y la benevolencia di-
vinos. Un solo interés prevalecía, un solo objeto de emulación hacía olvidar
todos los demás. La ambición de los creyentes era revelar la semejanza del
carácter de Cristo, y trabajar para el engrandecimiento de su reino.
“Y los apóstoles daban testimonio... con gran esfuerzo”. Gracias a estas
labores fueron añadidos a la iglesia hombres escogidos que, al recibir la
palabra de verdad, consagraron sus vidas al trabajo de dar a otros la espe-
ranza que llenaba sus corazones de paz y gozo. No podían ser refrenados ni
intimidados por amenazas. El Señor hablaba por su medio, y mientras iban
de un lugar a otro, predicaban el Evangelio a los pobres, y se efectuaban
milagros de la gracia divina. Tal es el poder con que Dios puede obrar
cuando los hombres se entregan al dominio de su Espíritu.—
Los Hechos
de los Apóstoles, 39, 40
.
A nosotros hoy, tan ciertamente como a los primeros discípulos, per-
tenece la promesa del Espíritu. Dios dotará hoy a hombres y mujeres del
poder de lo alto, como dotó a los que, en el día de Pentecostés, oyeron la
palabra de salvación. En este mismo momento su Espíritu y su gracia son
para todos los que los necesitan y quieran aceptar su palabra al pie de la
letra...
El celo por Dios movió a los discípulos a dar testimonio de la verdad
con gran poder.—
Joyas de los Testimonios 1:210, 212
.
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