Página 272 - La Maravillosa Gracia de Dios (1973)

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Plenamente suficiente, 9 de septiembre
Tú, pues, hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús.
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Timoteo 2:1
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Las lecciones contenidas en las palabras de Pablo a Timoteo son de la
mayor importancia para nosotros hoy. ¿Lo amonesta a ser fuerte en su propia
sabiduría? No, sino “en la gracia que es en Cristo Jesús”. El que quiera
ser seguidor de Cristo no descansará en su propia capacidad, ni se sentirá
confiado en sí mismo. Ni se atrofiará en sus esfuerzos religiosos evadiendo
responsabilidades, manteniéndose ineficiente en la causa de Dios... Si el
cristiano siente su debilidad, su incapacidad, encontrará que la gracia de
Cristo es suficiente para toda emergencia si pone su confianza en Dios.
El soldado de Cristo debe hacer frente a muchas formas de tentación,
resistirlas y vencerlas. Mientras más fiero sea el conflicto, mayor provisión
de gracia se requerirá para hacer frente a la necesidad del alma... El ver-
dadero cristiano comprenderá lo que significa pasar por serios conflictos
y por pruebas; pero crecerá firme y constantemente en la gracia de Cristo
para hacer frente con buen éxito al enemigo de su alma... Por momentos
las tinieblas le oprimirán el alma; pero la luz verdadera resplandecerá, los
brillantes rayos del Sol de justicia disiparán la oscuridad; y... por medio
de la gracia de Cristo será capacitado para ser un fiel testigo de las cosas
que ha escuchado del inspirado mensajero de Dios... Al comunicar de este
modo la verdad a otros, el obrero de Cristo obtendrá una visión más clara de
las abundantes provisiones hechas a todos, de la suficiencia de la gracia de
Cristo para toda ocasión de conflicto, pesar y prueba. Mediante el misterioso
plan de redención, se ha provisto gracia de modo que la obra imperfecta
del instrumento humano pueda ser aceptada en el nombre de Jesús, nuestro
Abogado.
El hombre tiene poco poder, y puede llevar a cabo sólo una tarea pequeña
en el mejor de los casos... Dios es omnipotente, y en cada ocasión en que
necesitemos ayuda divina y la busquemos con sinceridad, la recibiremos.—
The Review and Herald, 16 de junio de 1896
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