Nos señala el camino, 13 de septiembre
Que Jehová tu Dios nos enseñe el camino por donde vayamos, y lo
que hemos de hacer.
Jeremías 42:3
.
Examinar la belleza, la bondad, la misericordia y el amor de Jesús es
fortalecedor para las facultades mentales y morales, y mientras nuestra
mente se mantiene entrenada para realizar las obras de Cristo, con el fin de
ser hijos obedientes, habitualmente os preguntaréis ¿es éste el camino del
Señor? ¿Le agradará a Jesús que haga esto?...
Muchos necesitan introducir un cambio decidido en la tónica de sus
pensamientos y actos, si quieren complacer a Jesús. Rara vez podemos ver
nuestros pecados con el lamentable aspecto con que Dios puede verlos. Mu-
chos se han habituado a seguir una conducta pecaminosa, y sus corazones
se han endurecido bajo la influencia del poder de Satanás...
Pero cuando con la fortaleza y la gracia de Dios asumen una actitud
mental contraria a las tentaciones de Satanás, entonces sus mentes se acla-
ran, sus corazones y conciencias, bajo la influencia del Espíritu de Dios,
se sensibilizan, y el pecado aparece tal como es, a saber, excesivamente
pecaminoso.—
The S.D.A. Bible Commentary 3:1150
.
Cada acto de obediencia a Cristo, cada acto de abnegación por él, cada
prueba bien soportada, cada victoria lograda sobre la tentación, es un paso
adelante en la marcha hacia la gloria de la victoria final. Si aceptamos a
Cristo por guía, él nos conducirá en forma segura. El mayor de los pecadores
no tiene por qué perder el camino. Ni uno solo de los que temblando lo
buscan ha de verse privado de andar en luz pura y santa. Aunque la senda es
tan estrecha y tan santa que no puede tolerarse pecado en ella, todos pueden
alcanzarla y ningún alma dudosa y vacilante necesita decir: “Dios no se
interesa en mí”...
A lo largo del áspero camino que conduce a la vida eterna hay también
manantiales de gozo para refrescar a los fatigados. Los que andan en las
sendas de la sabiduría se regocijan en gran manera, aun en la tribulación;
porque Aquel a quien ama su alma, marcha invisible a su lado.—
El Discurso
Maestro de Jesucristo, 115
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