Los jóvenes la necesitan, 18 de septiembre
Tú, oh Señor Jehová, eres mi esperanza, seguridad mía desde mi
juventud.
Salmos 71:5
.
Hay entre nosotros muchos jóvenes de ambos sexos que no ignoran
nuestra fe, cuyo corazón no ha sido conmovido nunca sin embargo por el
poder de la gracia divina. ¿Cómo podemos nosotros, los que decimos ser
siervos de Dios, pasar día tras día, semana tras semana, indifirentes a su
condición? Si muriesen en sus pecados, sin haber sido amonestados, su
sangre sería demandada de las manos de los atalayas que dejaron de darles
la amonestación.
¿Por qué no ha de considerarse como trabajo misionero de la clase
más elevada la obra hecha en pro de los jóvenes que están en nuestras
filas? Requiere el tacto más delicado, la consideración más atenta, las más
fervientes oraciones por la sabiduría celestial. Los jóvenes son el blanco de
los ataques especiales de Satanás; pero la bondad, cortesía y simpatía que
fluyen de un corazón lleno de amor hacia Jesús, conquistarán su confianza,
y los salvarán de muchas trampas del enemigo.
Los jóvenes necesitan algo más que una atención casual, más que una
palabra de aliento ocasional. Necesitan labor esmerada. cuidadosa, acom-
pañada de oración... Muchas veces aquellos que nosotros pasamos por alto
con indiferencia, porque los juzgamos por la apariencia externa, tienen en
sí el mejor material para ser obreros, y recompensarán todos los esfuerzos
hechos para ellos.—
Obreros Evangélicos, 219, 220
.
Los padres adventistas del séptimo día deben comprender más plena-
mente sus responsabilidades como edificadores del carácter. Dios les ofrece
el privilegio de fortalecer su causa por la consagración y las labores de sus
hijos. Desea ver reunidos en los hogares de nuestro pueblo, una gran com-
pañía de jóvenes que, a causa de las influencias piadosas de sus padres, le
hayan entregado su corazón, y salgan a prestar el más alto servicio de sus vi-
das. Dirigidos y educados por la piadosa instrucción del hogar, la influencia
del culto matutino y vespertino, el ejemplo consecuente de los padres que
aman y temen al Señor, han aprendido a someterse a Dios como maestro, y
están preparados para rendirle un servicio aceptable como hijos.—
Consejos
para los Maestros Padres y Alumnos acerca de la Educación Cristiana, 101
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