Para los humildes, 19 de septiembre
Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte
cuando fuere tiempo.
1 Pedro 5:6
.
El estar vestidos de humildad no significa que hemos de ser enanos inte-
lectualmente, deficientes en la aspiración y cobardes en la vida, rehuyendo
las cargas por temor de no poderlas llevar con éxito. La verdadera humildad
cumple el propósito de Dios dependiendo de su fuerza.
Dios obra por medio de los que él elige. A veces elige al más humilde
instrumento para que efectúe la mayor obra; porque su poder se revela en la
debilidad del hombre. Los humanos tenemos nuestra norma, y en virtud de
ella clasificamos una cosa como grande y otra como pequeña; pero Dios no
valora las cosas de acuerdo con nuestra regla. No hemos de suponer que
lo que es grande para nosotros tiene que ser grande para Dios, o lo que es
pequeño para nosotros tiene que ser pequeño para Dios.—
Palabras de Vida
del Gran Maestro, 342, 343
.
El jactarnos de nuestros méritos está fuera de lugar... El premio no se
otorga por las obras, a fin de que nadie se alabe; mas es todo por gracia...
No hay religión en la entronización del yo. Aquel que hace de la glo-
rificación propia su blanco, se hallará destituido de aquella gracia que es
lo único que puede hacerlo eficiente en el servicio de Cristo. Toda vez que
se condesciende con el orgullo y la complacencia propia, la obra se echa a
perder...
El cristiano que lo es en su vida privada, en la entrega diaria del yo, en
la sinceridad de propósito y la pureza de pensamiento, en la mansedumbre
que manifiesta bajo la provocación, en la fe y en la piedad, en la fidelidad
en las cosas menores, aquel que en la vida del hogar representa el carácter
de Cristo: tal persona, a la vista de Dios, puede ser más preciosa que el
misionero o el mártir mundialmente conocido...
El secreto del éxito no ha de ser hallado en nuestro conocimiento, en
nuestra posición, en el número que constituimos o en los talentos que se nos
han confiado, ni en la voluntad del hombre... Bendita será la recompensa
de gracia concedida a los que trabajaron por Dios con simplicidad de fe y
amor.—
Ibid. 382-385
.
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