Hablad de su poder, 23 de septiembre
La gloria de tu reino digan, y hablen de tu poder.
Salmos 145:11
.
Si todos los cristianos se asociaran, hablando entre ellos del amor de
Dios y de las preciosas verdades de la redención, su corazón se robustecería
y se edificarían mutuamente. Aprendamos diariamente más de nuestro
Padre celestial, obteniendo una nueva experiencia de su gracia, y entonces
desearemos hablar de su amor; así nuestro propio corazón se encenderá y
reanimará. Si pensáramos y habláramos más de Jesús y menos de nosotros
mismos, tendríamos mucho más de su presencia.
Si tan sólo pensáramos en él tantas veces como tenemos pruebas de su
cuidado por nosotros, lo tendríamos siempre presente en nuestros pensa-
mientos y nos deleitaríamos en hablar de él y en alabarle. Hablamos de las
cosas temporales porque tenemos interés en ellas. Hablamos de nuestros
amigos porque los amamos; nuestras tristezas y alegrías están ligadas con
ellos. Sin embargo, tenemos razones infinitamente mayores para amar a
Dios que para amar a nuestros amigos terrenales, y debería ser la cosa más
natural del mundo tenerlo como el primero en todos nuestros pensamientos,
hablar de su bondad y alabar su poder.—
El Camino a Cristo, 102, 103
.
Los que estudian la Palabra de Dios y día tras día reciben la enseñanza de
Cristo, llevan el sello de los principios celestiales. Una influencia elevada y
santa mana de ellos. Una atmósfera servicial rodea sus almas. Los principios
puros, santos y elevados que siguen los capacitan para dar un testimonio
viviente del poder de la gracia divina.—
En Lugares Celestiales, 313
.
Cristo desea que sus seguidores sean como él, porque desea estar co-
rrectamente representado en el círculo familiar, en la iglesia y en el mundo...
Hemos de aceptar a Cristo como nuestra eficiencia, nuestra fortaleza, a
fin de que podamos manifestar su carácter al mundo. Esa es la obra que
descansa sobre nosotros como cristianos. Hemos de testificar del poder de
la gracia celestial...
Dios desea que sus hijos e hijas revelen ante la sinagoga de Satanás,
ante el universo celestial, ante el mundo, el poder de su gracia para que los
hombres y los ángeles sepan que Cristo no murió en vano. Mostremos al
mundo que tenemos poder de lo alto.—
Ibid. 323
.
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