La influencia del cristiano, 25 de septiembre
Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más
abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que
actúa en nosotros.
Efesios 3:20
.
El Señor está esperando para manifestar por medio de su pueblo su
gracia y su poder. Pero requiere de los que se han alistado a su servicio que
mantengan la mente siempre dirigida hacia él. Cada día debieran disponer
de tiempo para leer la Palabra de Dios y para orar...
Debemos caminar y hablar con Dios individualmente; entonces la sa-
grada influencia del Evangelio de Cristo en todo lo que tiene de precioso
aparecerá en nuestras vidas.—
Testimonies for the Church 6:253
.
Hay en la vida tranquila y consecuente de un cristiano puro y verdadero
una elocuencia mucho más poderosa que la de las palabras. Lo que un
hombre es tiene más influencia que lo que dice.
Los emisarios enviados a Jesús volvieron diciendo que nadie había
hablado antes como él. Pero esto se debía a que jamás hombre alguno había
vivido como él. De haber sido su vida diferente de lo que fue, no hubiera
hablado como habló. Sus palabras llevaban consigo un poder que convencía
porque procedían de un corazón puro y santo, lleno de amor y simpatía, de
benevolencia y de verdad.
Nuestro carácter y experiencia determinan nuestra influencia en los
demás. Para convencer a otros del poder de la gracia de Cristo, tenemos
que conocer ese poder en nuestro corazón y nuestra vida. El Evangelio que
presentamos para la salvación de las almas debe ser el Evangelio que salva
nuestra propia alma. Sólo mediante una fe viva en Cristo como Salvador
personal nos resulta posible hacer sentir nuestra influencia en un mundo
escéptico. Si queremos sacar pecadores de la corriente impetuosa, nuestros
pies deben estar afirmados en la Roca: Cristo Jesús.
El símbolo del cristianismo no es una señal exterior, ni tampoco una
cruz o una corona que se lleven puestas, sino que es aquello que revela la
unión del hombre con Dios. Por el poder de la gracia divina manifestada
en la transformación del carácter, el mundo ha de convencerse de que Dios
envió a su Hijo para que fuese su Redentor.—
El Ministerio de Curación,
372, 373
.
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