La oración privada es necesaria, 9 de octubre
Buscad a Jehová y su poder; buscad su rostro continuamente.
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Crónicas 16:11
.
Cuando Jesús estuvo sobre la tierra, enseñó a sus discípulos a orar. Les
enseñó a presentar a Dios sus necesidades diarias y a echar toda su solicitud
sobre él. Y la seguridad que les dio de que sus oraciones serían oídas, nos
es dada también a nosotros.—
El Camino a Cristo, 93
.
Tengamos un lugar especial para la oración secreta. Debemos escoger,
como lo hizo Cristo, lugares selectos para comunicarnos con Dios. Muchas
veces necesitamos apartarnos en algún lugar, aunque sea humilde, donde
estemos a solas con Dios...
En el lugar secreto de oración, donde ningún ojo puede ver ni oído oír
sino únicamente Dios, podemos expresar nuestros deseos y anhelos más
íntimos al Padre de compasión infinita: y en la tranquilidad y el silencio
del alma, esa voz que jamás deja de responder al clamor de la necesidad
humana, hablará a nuestro corazón...
Si nos asociamos diariamente con Cristo, sentiremos en nuestro derredor
los poderes de un mundo invisible; y mirando a Cristo, nos asemejaremos a
él. Contemplándole, seremos transformados. Nuestro carácter se suavizará,
se refinará y ennoblecerá para el reino celestial. El resultado seguro de
nuestra comunión con Dios será un aumento de piedad, pureza y celo.
Oraremos con inteligencia cada vez mayor. Recibimos una educación divina
que se revela en una vida diligente y celosa.
El alma que se vuelve a Dios en ferviente oración diaria para pedir
ayuda, apoyo y poder, tendrá aspiraciones nobles, conceptos claros de la
verdad y del deber, propósitos elevados, así como sed y hambre insaciable
de justicia. Al mantenernos en relación con Dios, podemos derramar sobre
las personas que nos rodean la luz, la paz y la serenidad que imperan
en nuestro corazón. La fuerza obtenida al orar a Dios, agregada a los
esfuerzos infatigables para acostumbrar la mente a ser más considerada y
atenta, preparan a uno para los deberes diarios, y en todas las circunstancias
preservará la paz del espíritu.—
El Discurso Maestro de Jesucristo, 72, 73
.
La religión debe comenzar con un vaciamiento y una purificación del
corazón, y debe ser nutrida por la oración cotidiana.—
Testimonies for the
Church 4:535
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