Página 311 - La Maravillosa Gracia de Dios (1973)

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Trampas que evitar, 16 de octubre
Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos
de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del
mundo.
1 Juan 2:16
.
El orgullo y el amor al mundo son trampas que constituyen grandes
obstáculos a la espiritualidad y al crecimiento en la gracia.
Este mundo no es el cielo del cristiano, sino únicamente el taller de Dios
donde hemos de ser preparados para unirnos con los ángeles impolutos en
un cielo santo. Debiéramos estar preparando la mente en forma constante
para que elabore pensamientos nobles y abnegados. Esta educación es
necesaria para poner de tal manera en ejecución las facultades que Dios nos
ha dado, que su nombre sea glorificado de la mejor manera sobre la tierra.
Somos responsables de todas las nobles cualidades que Dios nos ha dado,
y darles a estas facultades un uso que él nunca tuvo en vista equivale a
manifestarle la más abyecta ingratitud. El servicio de Dios requiere todas las
facultades de nuestro ser, y no cumplimos el designio divino a menos que
pongamos estas facultades en un elevado nivel de cultivo, y eduquemos la
mente para que ame las cosas celestiales y las contemple, y fortalezcamos y
ennoblezcamos las energías del alma mediante acciones justas que redunden
en la gloria de Dios...
A menos que la mente sea educada para espaciarse en los temas reli-
giosos, será débil y flaca en esta dirección. Pero mientras se dedica a las
empresas mundanas, será fuerte, porque ha sido educada en esa línea y se ha
fortalecido por el ejercicio. La razón por la cual les resulta difícil vivir vidas
religiosas a hombres y mujeres se debe a que no han ejercitado la mente en
la piedad. Ha sido educada para correr en dirección opuesta. A menos que
se ejercite la mente en forma constante para lograr conocimiento espiritual
y en la búsqueda de la comprensión del misterio de la piedad, sería incapaz
de apreciar las cosas eternas... Cuando el corazón está dividido, ocupándose
principalmente de las cosas de este mundo, y poco de las cosas de Dios, no
podrá haber un incremento especial de la fortaleza espiritual.—
Testimonies
for the Church 2:187-189
.
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