Cuando fallamos, 21 de octubre
Tú, enemiga mía, no te alegres de mí, porque aunque caí, me
levantaré; aunque more en tinieblas, Jehová será mi luz.
Miqueas 7:8
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Únicamente el poder divino puede regenerar el corazón humano e imbuir
a las almas con el amor de Cristo, lo cual siempre se manifestará en forma
de amor hacia aquellos por quienes él murió. El fruto del Espíritu es amor,
gozo, paz, tolerancia, bondad, fe, mansedumbre, templanza. Cuando un
hombre se convierte a Dios, adquiere un nuevo gusto moral, le es dada
una nueva fuerza motriz y ama las cosas que Dios ama... Amor, gozo,
paz y gratitud inexpresables saturarán el alma, y el lenguaje de la persona
bendecida será: “Tu benignidad me ha engrandecido”.
Salmos 18:35
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Pero se chasquearán los que esperan contemplar un cambio mágico en
su carácter sin que haya un esfuerzo decidido de su parte para vencer el
pecado. Mientras contemplemos a Jesús, no tendremos razón para temer,
no tendremos razón para dudar que Cristo es capaz de salvar hasta lo último
a todos los que acuden a él. Pero podemos temer constantemente, para
que nuestra vieja naturaleza no gane otra vez la supremacía, no sea que el
enemigo invente alguna trampa por la cual seamos otra vez sus cautivos.
Hemos de ocuparnos de nuestra salvación con temor y temblor, pues Dios
es el que obra en vosotros el querer y el hacer su buena voluntad...
Hemos de crecer diariamente en belleza espiritual. Fracasaremos con
frecuencia en nuestros esfuerzos de imitar el Modelo divino. Con frecuencia
tendremos que prosternarnos para llorar a los pies de Jesús debido a nues-
tras faltas y errores, pero no hemos de desanimarnos. Hemos de orar más
fervientemente, creer más plenamente y tratar otra vez, con mayor firmeza,
de crecer a la semejanza de nuestro Señor. Al desconfiar de nuestro propio
poder, confiaremos en el poder de nuestro Redentor y daremos alabanza al
Señor, quien es la salud de nuestro rostro...
Contemplando hemos de llegar a ser transformados, y cuando medite-
mos en la perfección del Modelo divino, desearemos llegar a ser plenamente
transformados y renovados a la imagen de su pureza. Por fe en el Hijo de
Dios se lleva a cabo la transformación en el carácter, y el hijo de la ira llega
a ser el hijo de Dios.—
Mensajes Selectos 1:394-396
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