Página 319 - La Maravillosa Gracia de Dios (1973)

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Ayudemos a los demás, 24 de octubre
El que saciare, él también será saciado.
Proverbios 11:25
.
Cristo nos presenta a los sedientos el agua de la vida para que podamos
beber abundantemente; cuando lo hacemos tenemos a Cristo dentro de
nosotros como una fuente de agua que surge para vida eterna. Entonces
nuestras palabras están llenas de frescura. Estamos en condiciones de
abrevar a los demás.—
Testimonies for the Church 6:51
.
Tan pronto como viene uno a Cristo, nace en el corazón un vivo deseo
de hacer conocer a otros cuán precioso amigo ha encontrado en Jesús;
la verdad salvadora y santificadora no puede permanecer encerrada en el
corazón. Si estamos revestidos de la justicia de Cristo, y rebosamos de gozo
por la presencia de su Espíritu, no podremos guardar silencio. Si hemos
probado y visto que el Señor es bueno, tendremos algo que decir a otros...
Y el esfuerzo por hacer bien a otros se tornará en bendiciones para
nosotros mismos. Este fue el designio de Dios al darnos una parte que hacer
en el plan de la redención...
Si trabajáis como Cristo quiere que sus discípulos trabajen y ganen
almas para él, sentiréis la necesidad de una experiencia más profunda y de
un conocimiento más grande de las cosas divinas y tendréis hambre y sed
de justicia. Abogaréis con Dios y vuestra fe se robustecerá, y vuestra alma
beberá en abundancia de la fuente de la salud. El encontrar oposición y
pruebas os llevará a la Biblia y a la oración. Creceréis en la gracia y en el
conocimiento de Cristo, y adquiriréis una rica experiencia.
El trabajo desinteresado por otros da al carácter profundidad, firmeza y
amabilidad parecidas a las de Cristo; trae paz y felicidad al que lo realiza.
Las aspiraciones se elevan. No hay lugar para la pereza o el egoísmo. Los
que de esta manera ejerzan las gracias cristianas crecerán y se harán fuertes
para trabajar por Dios. Tendrán claras percepciones espirituales, una fe
firme y creciente, y un acrecentado poder en la oración. El Espíritu de Dios,
que mueve su espíritu, pone en juego las sagradas armonías del alma, en
respuesta al toque divino.—
El Camino a Cristo, 77-80
.
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