El ejercicio espiritual es un deber, 25 de octubre
Velad, estad firmes en la fe; portaos varonilmente, y esforzaos.
1
Corintios 16:13
.
Se presenta a los jóvenes una norma elevada, y Dios los invita a em-
prender un verdadero servicio por él. Los jóvenes de corazón recto que se
deleitan en aprender en la escuela de Cristo, pueden hacer una gran obra
por el Maestro si tan sólo quieren prestar oído a la orden del Capitán, tal
como ha resonado a lo largo de las filas hasta nuestro tiempo: “Portaos
varonilmente, y esforzaos”.—
Mensajes para los Jóvenes, 21
.
La fuerza viene como resultado del ejercicio. Todos los que usan la
habilidad que Dios les ha dado tendrán capacidad aumentada que dedicar a
su servicio. Los que no hacen nada en la causa de Dios dejarán de crecer en
la gracia y el conocimiento de la verdad. El hombre que permanezca echado
y rehúse ejercitar sus miembros, pronto perderá toda posibilidad de usarlos.
De este modo, el cristiano que no ejercita las facultades que Dios le ha dado,
no sólo deja de crecer en Cristo, sino que pierde la fortaleza que ya tenía;
se convierte en un paralítico espiritual. Los que por amor a Dios y a sus
semejantes luchan para ayudar a los demás se afirman, fortalecen, y arraigan
en la verdad. El verdadero cristiano obra para Dios no por impulso, sino
por principio; no por un día o un mes, sino por toda la vida.—
Testimonies
for the Church 5:393
.
Este mundo no es un campo de desfile, sino de batalla. Todos son
llamados a soportar las dificultades como buenos soldados. Deben ser
fuertes y conducirse como hombres... La verdadera prueba del carácter se
encuentra en la disposición a llevar cargas, ocupar el puesto difícil, hacer lo
que necesita ser hecho, aunque no reporte reconocimiento ni recompensa
terrenal.—
La Educación, 287
.
¡Oh, que cada cual aprecie adecuadamente las facultades que le ha con-
fiado Dios! Por medio de Cristo podréis ascender la escalera del progreso,
y poner toda facultad bajo el dominio de Jesús... No podéis hacer nada por
vuestra propia fortaleza; pero en la gracia de Jesucristo, podéis emplear de
tal modo vuestro poder que lleguéis a traer el mayor bien a vuestra propia
alma, y la mayor bendición a las almas de los demás. Aferraos de Jesús,
y obraréis diligentemente las obras de Cristo, y recibiréis finalmente la
recompensa eterna.—
Hijos e Hijas de Dios, 120
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