El glorioso plan de Dios, 3 de diciembre
Que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia
reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor
nuestro.
Romanos 5:21
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El único plan que podía asegurar la salvación del hombre afectaba a todo
el cielo en su infinito sacrificio. Los ángeles no podían regocijarse mientras
Cristo les explicaba el plan de redención, pues veían que la salvación
del hombre iba a costar indecible angustia a su amado Jefe. Llenos de
asombro y pesar, le escucharon cuando les dijo que debería bajar de la
pureza, paz, gozo, gloria y vida inmortal del cielo, a la degradación de la
tierra, para soportar dolor, vergüenza y muerte. Se interpondría entre el
pecador y la pena del pecado, pero pocos le recibirían como el Hijo de Dios.
Dejaría su elevada posición de Soberano del cielo para presentarse en la
tierra, y humillándose como hombre, conocería por su propia experiencia
las tristezas y tentaciones que el hombre habría de sufrir. Todo esto era
necesario para que pudiese socorrer a los que iban a ser tentados. Cuando
hubiese terminado su misión como maestro, sería entregado en manos
de los impíos y sometido a todo insulto y tormento que Satanás pudiera
inspirarles. Sufriría la más cruel de las muertes levantado en alto entre
la tierra y el cielo como un pecador culpable. Pasaría largas horas de tan
terrible agonía, que los ángeles se habrían de velar el rostro para no ver
semejante escena. Mientras la culpa de la transgresión y la carga de los
pecados del mundo pesaran sobre él tendría que sufrir angustia del alma y
hasta su Padre ocultaría de él su rostro...
Pidió a la hueste angélica que concordase con el plan que su Padre había
aceptado, y que se regocijasen en que mediante su muerte el hombre caído
podría reconciliarse con Dios.
Entonces un indecible regocijo llenó el cielo. La gloria y la bendición de
un mundo redimido excedió a la misma angustia y al sacrificio del Príncipe
de la vida. Por todos los atrios celestiales repercutieron los acordes de
aquella dulce canción que más tarde habría de oírse sobre las colinas de
Belén: “Gloria en las alturas a Dios, y en la tierra paz, buena voluntad para
con los hombres”.
Lucas 2:14
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Historia de los Patriarcas y Profetas, 49-51
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