La gloriosa aparición de Cristo, 14 de diciembre
Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos
ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria.
Mateo 25:31
.
Desde el cielo se oye la voz de Dios que proclama el día y la hora de
la venida de Jesús, y promulga a su pueblo el pacto eterno. Sus palabras
resuenan por la tierra como el estruendo de los más estrepitosos truenos.
El Israel de Dios escucha con los ojos elevados al cielo. Sus semblantes se
iluminan...
Pronto aparece en el este una pequeña nube negra, de un tamaño co-
mo la mitad de la palma de la mano... El pueblo de Dios sabe que es la
señal del Hijo del Hombre. En silencio solemne la contemplan mientras
va acercándose a la tierra, volviéndose más luminosa y más gloriosa hasta
convertirse en una gran nube blanca, cuya base es como fuego consumidor,
y sobre ella el arco iris del pacto. Jesús marcha al frente como un gran
conquistador... Con cantos celestiales los santos ángeles, en inmensa e innu-
merable muchedumbre, le acompañan en el descenso. El firmamento parece
lleno de formas radiantes, “millones de millones, y millares de millares”.
Apocalipsis 5:11
. Ninguna pluma humana puede describir la escena...
Los justos gritan temblando: “¿Quién podrá estar firme?”.
Apocalipsis
6:17
. Termina el canto de los ángeles, y sigue un momento de silencio
aterrador. Entonces se oye la voz de Jesús, que dice: “¡Bastaos mi gracia!”
Los rostros de los justos se iluminan y el corazón de todos se llena de
gozo. Y los ángeles entonan una melodía más elevada, y vuelven a cantar
al acercarse aún más a la tierra.
El Rey de reyes desciende en la nube, envuelto en llamas de fuego.
El cielo se recoge como un libro que se enrolla, la tierra tiembla ante su
presencia, y todo monte y toda isla se mueven de sus lugares... Los impíos
piden ser sepultados bajo las rocas de las montañas, antes que ver la cara de
Aquel a quien han despreciado y rechazado... Los que habían querido matar
a Cristo y a su pueblo fiel son ahora testigos de la gloria que descansa sobre
ellos. En medio de su terror oyen las voces de los santos que exclaman en
unánime júbilo: “¡He aquí éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos
salvará!”
Isaías 25:9
.—
El Conflicto de los Siglos, 698, 699, 702
.
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