Página 381 - La Maravillosa Gracia de Dios (1973)

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Con mi ángel guardian, 22 de diciembre
Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños; porque os digo
que sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que
está en los cielos.
Mateo 18:10
.
Sólo cuando se vean a la luz de la eternidad las providencias de Dios,
comprenderemos lo que debemos al cuidado y la intercesión de sus ángeles.
Los seres celestiales han tenido una parte activa en los asuntos de los
hombres. Han aparecido con ropas brillantes como relámpago; se han
presentado como hombres, bajo la apariencia de viajeros. Han aceptado la
hospitalidad ofrecida por hogares terrenales; han actuado como guías de
viajeros extraviados...
Aunque los gobernantes de este mundo lo ignoren, a menudo los ángeles
han hablado en sus concilios. Los han contemplado los ojos humanos.
Los oídos humanos han escuchado sus pedidos. En tribunales y cortes de
justicia, los mensajeros celestiales han defendido la causa de los perseguidos
y oprimidos. Han desbaratado propósitos y detenido males que hubieran
causado oprobio y sufrimiento a los hijos de Dios. Todo esto se revelará a
los alumnos de la escuela celestial.
Todo redimido comprenderá la obra de los ángeles en su propia vida.
¡Qué sensación le producirá conversar con el ángel que fue su guardián
desde el primer momento; que vigiló sus pasos y cubrió su cabeza en el
día de peligro; que estuvo con él en el valle de la sombra de muerte, que
señaló su lugar de descanso, que fue el primero en saludarle en la mañana
de la resurrección, y conocer por medio de él la historia de la interposición
divina en la vida individual, de la cooperación celestial en todo trabajo en
favor de la humanidad!—
La Educación, 294, 295
.
Teniendo la Palabra de Dios en la mano, todo ser humano... puede gozar
del compañerismo que escoja... Puede morar en esta tierra en la atmósfera
del cielo... acercándose cada vez más al umbral del mundo eterno, hasta
que los portales se abran y pueda entrar. No se sentirá como un extraño. Lo
saludarán las voces de los santos que, invisibles, eran sus compañeros en la
tierra, voces que él aprendió a distinguir y amar aquí. El que por medio de
la Palabra de Dios ha vivido en compañerismo con el cielo, se sentirá como
en su casa en medio de la compañía celestial.—
Ibid. 123
.
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