Página 58 - La Maravillosa Gracia de Dios (1973)

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La simiente de Abrahán, 17 de febrero
Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abrahán sois, y
herederos según la promesa.
Gálatas 3:29
.
De Abrahán está escrito que “fue llamado amigo de Dios”, “padre de
todos los creyentes”.
Santiago 2:23
;
Romanos 4:11
...
Fue un gran honor para Abrahán ser el padre del pueblo que durante
siglos fue guardián y preservador de la verdad de Dios para el mundo, de
aquel pueblo por medio del cual todas las naciones de la tierra iban a ser
bendecidas con el advenimiento del Mesías prometido.—
Historia de los
Patriarcas y Profetas, 136
.
Abrahán fue honrado por los pueblos circunvecinos como un príncipe
poderoso y un caudillo sabio y capaz. No dejó de ejercer su influencia entre
sus vecinos. Su vida y su carácter, en contraste con la vida y el carácter
de los idólatras, ejercían una influencia notable en favor de la verdadera
fe. Su fidelidad hacia Dios fue inquebrantable, en tanto que su afabilidad y
benevolencia inspiraban confianza y amistad, y su grandeza sin afectación
imponía respeto y honra.
No retuvo su religión como un tesoro precioso que debía guardarse
celosamente y pertenecer exclusivamente a su poseedor. La verdadera
religión no puede considerarse así, pues un espíritu tal sería contrario a
los principios del Evangelio. Mientras Cristo more en el corazón, será
imposible esconder la luz de su presencia, u oscurecerla. Por el contrario,
brillará cada vez más a medida que día tras día las tinieblas del egoísmo y
del pecado que envuelven el alma sean disipadas por los brillantes rayos
del Sol de justicia.
Los hijos de Dios son sus representantes en la tierra y él quiere que
sean luces en medio de las tinieblas morales de este mundo. Esparcidos por
todos los ámbitos de la tierra, en pueblos, ciudades y aldeas, son testigos de
Dios, los medios por los cuales él ha de comunicar a un mundo incrédulo el
conocimiento de su voluntad y las maravillas de su gracia. Él se propone
que todos los que participan de la gran salvación sean sus misioneros. La
piedad de los cristianos constituye la norma mediante la cual los infieles
juzgan al Evangelio.—
Ibid. 127, 128
.
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