Página 92 - La Maravillosa Gracia de Dios (1973)

Basic HTML Version

El ejemplo de Elías, 21 de marzo
Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró
fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por
tres años y seis meses. Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra
produjo su fruto.
Santiago 5:17, 18
.
Cuando [Elías] elevó su oración en el Monte Carmelo suplicando lluvia
(
1 Reyes 18:31-45
), su fe fue probada, pero él perseveró en dar a conocer
su petición a Dios. Seis veces oró fervientemente, sin señal alguna de que
su solicitud hubiera sido concedida, pero con firme fe continuó presentando
su súplica ante el trono de la gracia. Si desanimado hubiera abandonado
su intento la sexta vez, su oración no hubiera recibido respuesta; pero
perseveró hasta que vino la contestación. Tenemos un Dios cuyo oído
no está cerrado a nuestras peticiones; y si probamos su Palabra, honrará
nuestra fe. Desea que todos nuestros intereses estén entretejidos con los
suyos, y entonces podrá bendecirnos sin traba ninguna; porque en tal caso
no nos adjudicaremos la gloria al recibir la bendición, sino que daremos
toda la alabanza a Dios. Dios no siempre responde nuestras oraciones la
primera vez que lo invocamos, porque si lo hiciera podríamos considerar
que tenemos derecho a todos los favores y bendiciones que nos concede. En
lugar de escudriñar nuestro corazón para ver si estamos albergando algún
mal en nosotros, si estamos complaciendo algún pecado, nos pondríamos
negligentes y dejaríamos de reconocer nuestra dependencia de él y nuestra
necesidad de su ayuda.—
The S.D.A. Bible Commentary 2:1034, 1035
.
El siervo observó mientras Elías oraba. Seis veces regresó desde su
punto de mira diciendo: “No hay nada, ni nube, ni señal de lluvia”. Pero el
profeta no se abandonó al desánimo... Al escudriñar su corazón le pareció
que cada vez era más insignificante, tanto en su propia estima como a la
vista de Dios. Le pareció que él no era nada y que Dios lo era todo; y cuando
llegó al punto de renunciar a sí mismo, mientras se aferraba del Salvador
como su única fortaleza y justicia, vino la respuesta. El siervo apareció y
dijo: “Veo una pequeña nube como la palma de la mano de un hombre, que
sube del mar”.
1 Reyes 18:44
.—
Ibid. 1035
.
[89]
88