Página 96 - La Maravillosa Gracia de Dios (1973)

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Venid con humildad y santo temor, 25 de marzo
Dios temible en la gran congregación de los santos, y formidable
sobre todos cuantos están alrededor de él.
Salmos 89:7
.
La humildad y la reverencia deben caracterizar el comportamiento de
todos los que se allegan a la presencia de Dios. En el nombre de Jesús
podemos acercarnos a él con confianza, pero no debemos hacerlo con la
osadía de la presunción, como si el Señor estuviese al mismo nivel que
nosotros. Algunos se dirigen al Dios grande, todopoderoso y santo, que
habita en luz inaccesible, como si se dirigieran a un igual o a un inferior. Hay
quienes se comportan en la casa de Dios como no se atreverían a hacerlo en
la sala de audiencias de un soberano terrenal. Los tales debieran recordar
que están ante la vista de Aquel a quien los serafines adoran, y ante quien los
ángeles cubren su rostro. A Dios se le debe reverenciar grandemente; todo
el que verdaderamente reconozca su presencia se inclinará humildemente
ante él.—
Historia de los Patriarcas y Profetas, 256, 257
.
Algunos piensan que es señal de humildad orar a Dios de una manera
común, como si hablasen con un ser humano. Profanan su nombre mez-
clando innecesaria e irreverentemente con sus oraciones las palabras “Dios
Todopoderoso”, palabras solemnes y sagradas, que no debieran salir de los
labios a no ser en tonos subyugados y con un sentimiento de reverencia...
Es la sentida oración de fe la que es oída en el cielo y contestada en
la tierra. Dios entiende las necesidades de la humanidad. Él sabe lo que
deseamos antes que se lo pidamos. El ve el conflicto del alma con la duda y
la tentación. Nota la sinceridad del suplicante. Aceptará la humillación y
aflicción del alma. “A aquél miraré que es pobre y humilde de espíritu—
declara—, y que tiembla a mi palabra”.
Isaías 66:2
.
Es privilegio nuestro orar con confianza, pues el Espíritu formula nues-
tras peticiones. Con sencillez debemos presentar nuestras necesidades al
Señor, y apropiarnos de su promesa...
Nuestras oraciones deben estar llenas de ternura y amor. Cuando anhele-
mos sentir de una manera más profunda y más amplia el amor del Salvador,
clamaremos a Dios por más sabiduría.—
Obreros Evangélicos, 185-187
.
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