Venid con reverencia, 24 de marzo
Tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con
temor y reverencia.
Hebreos 12:28
.
Debería haber un conocimiento bien fundado acerca de la forma como
acudir a Dios con reverencia, temor piadoso y amor devocional. Está au-
mentando la falta de reverencia hacia nuestro Hacedor, y está creciendo la
desconsideración por su grandeza y majestad. Pero Dios nos habla en estos
días finales. Oímos su voz en la tormenta y en el relumbrar del trueno. Nos
enteramos de las calamidades que él permite que ocurran, tales como los
terremotos, las inundaciones y la acción de los elementos destructivos que
barren con todo lo que encuentran a su paso.—
Mensajes Selectos 2:364
.
En estos tiempos peligrosos, los que profesan ser el pueblo de Dios que
observa sus mandamientos, deberían guardarse de la tendencia a perder su
espíritu de reverencia y santo temor. Las Escrituras enseñan a los hombres
cómo acercarse a su Creador: con humildad y reverencia, por medio de la
fe en el divino Mediador. Que el hombre se aproxime dobladas las rodillas,
como un súbdito de la gracia, un suplicante que comparece ante el trono de
la misericordia. De ese modo dará testimonio de que toda su alma, todo su
cuerpo y todo su espíritu están sujetos al Creador.
Tanto en público como en nuestro culto privado tenemos el deber
de
doblar nuestras rodillas ante Dios cuando le ofrecemos nuestras peticiones.
Jesús, nuestro ejemplo, “se arrodilló y oró”. Y también se dice de sus
discípulos que “se arrodillaron y oraron”. Pablo declara: “Doblo mis rodillas
ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo”.
Efesios 3:14
. Al confesar delante
de Dios los pecados de Israel, Esdras se arrodilló. Daniel “se arrodillaba tres
veces al día, y oraba y daba gracias delante de su Dios”.
Daniel 6:10
. Y la
invitación del salmista es: “Venid, adoremos y postrémonos; arrodillémonos
delante de Jehová nuestro hacedor”.
Salmos 95:6
.
“Él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente
hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios”.
Miqueas
6:8
.—
The Review and Herald, 30 de noviembre de 1905
.
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Hubo ocasiones en que Elena G. de White
permaneció de pie
junto al púlpito al
ofrecer oraciones de consagración durante cultos religiosos.
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