Página 119 - Mensajes para los J

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El crecimiento en la gracia
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El examen del corazón
Examinen bien de cerca el propio corazón y el estado de sus
afectos hacia Dios. Inquieran: “¿He dedicado los preciosos momen-
tos de hoy a tratar de complacerme, de entretenerme, o he hecho
felices a otros? ¿He ayudado a los que tienen relación conmigo a
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rendir una mayor devoción a Dios y a apreciar las cosas eternas? ¿He
llevado conmigo la religión a mi casa, revelando la gracia de Cristo
por medio de mis palabras y mi conducta? ¿He honrado con mi
respetuosa obediencia a mis padres, guardando así el quinto manda-
miento? ¿He emprendido alegremente los pequeños deberes diarios,
cumpliéndolos con fidelidad, haciendo lo que podía para aligerar
las cargas de otros? ¿He guardado mis labios del mal y mi lengua
de hablar engaño? ¿He honrado a Cristo mi Redentor, quien dio su
preciosa vida para que la vida eterna estuviera a mi alcance?”
Velar y orar
Queridos jóvenes, no descuiden, al empezar el día, el orar fer-
vientemente a Jesús para que les imparta la fuerza y la gracia para
resistir las tentaciones del enemigo en cualquier forma que se pre-
senten; y si oran fervientemente, con fe y contrición de espíritu, el
Señor oirá esa oración. Pero deben velar lo mismo que orar. Jesús ha
dicho: “Pedid, y os darán; buscad, y hallaréis; llamad, y os abrirán.
Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama,
le abren. ¿Qué hombre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará
una piedra? ¿Y si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si
vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos,
¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos, dará buenas cosas
a los que le piden?
Los niños y jóvenes pueden acudir a Jesús con sus cargas y
perplejidades, y saber que él respetará sus súplicas y les dará preci-
samente lo que necesiten. Sean fervientes; sean resueltos. Presenten
la promesa a Dios, y luego crean, sin una duda. No esperen sentir
emociones especiales antes que les parezca que el Señor contesta.
No indiquen ningún modo particular en que el Señor tenga que ac-
tuar por ustedes antes de creer que recibirán las cosas que le piden,
sino confíen en su palabra y dejen todo el asunto en manos del Señor,