Rechazar las relaciones mundanas
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corazón alimenta celos, suspicacia y egoísmo, y las palabras mues-
tran la corrupción interior. Muchos que invocan el nombre de Cristo
piensan y hablan cosas malas. Rara vez mencionan estos la bondad,
la misericordia y el amor de Dios manifestados al dar a su Hijo por
el mundo. Él lo ha hecho por nosotros, ¿y no deberíamos expre-
sar nuestro amor y nuestra gratitud? ¿No deberíamos tratar de que
nuestras palabras sean una fuente de ayuda y estímulo mutuos en
nuestra experiencia cristiana? Si amamos verdaderamente a Cristo,
lo glorificaremos con nuestras palabras. Los incrédulos se sienten
a menudo culpables al escuchar las palabras puras de alabanza y
gratitud a Dios.—
The Review and Herald, 25 de enero de 1898
.
Nuestra influencia
El ejemplo y la conducta del cristiano, lo mismo que sus palabras,
deberían ser de tal naturaleza que despierten en el pecador el deseo
de acudir a la Fuente de la vida.—
The Review and Herald, 29 de
noviembre de 1887
.